A través del vidrio.

«Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba.»

Eduardo Galeano.


A través del vidrio.


2020: el cambio, los sueños cumplidos. El final de una década que trajo presagios de buena fortuna. El año de las pérdidas, las crisis y el distanciamiento. El año que nos recordaría aquella parte de nuestra humanidad que creíamos desaparecida. Año de descubrimientos, aprendizaje y resarcimiento. Con nosotros, con lo otro…

Año de utopías y anhelos, de egoísmo y falso altruismo. El año que desnudó antes nuestros ojos verdades latentes, realidades desconocidas. Donde reina la corrupción y la ingratitud hizo casa, donde los pañitos de agua tibia se convierten en migajas, dónde los recursos caminan en círculo quedando en los mismos bolsillos. El año del consumismo dónde priman la lastima disfrazada de caridad y la falsa bondad inunda las redes sociales: ayudamos al necesitado con el interés propio de quien se regocija en la aprobación social traducida en la mayor cantidad de “likes” en una foto, pero después del clic damos la vuelta y seguimos culpando de todo a quien no tiene la culpa: de su hambre, su miseria, sus dolores y tragedias; como esa vez en Tasajera, dónde la muerte se disfrazó de oportunidad y la necesidad se vistió de oportunismo.

Este es el año de mirar a través del ventanal y cruzarlo, de ignorar lo que está en nuestras narices y decir lo que nadie se atreve a pronunciar…

Hablemos de eso, de lo que nadie quiere hablar.

Hablemos de los de afuera, de los que están del otro lado del vidrio. La otra cara de la pandemia. Los desabrigados, los descalzos, los rezagados por el Estado. Los de los ojos vidriosos y labios resecos. Los de la sonrisa cálida y el estómago vacío. Los que en tiempos de elecciones suelen ser los primeros tenidos en cuenta, pero quienes en épocas de crisis son los últimos de la fila. Hablemos de los que nos calman la sed en las esquina y nos venden más baratos los mismos productos del supermercado. Los del tinto a deshoras y el jugo bien frío. Los que nos sacan de la rutina bailando con el semáforo en rojo y le imprimen sonrisas a los rostros cansados de monotonía. De los que están por todas partes. A los que llaman minoría pero conforman la gran mayoría. Los que viven el día a día porque no hay almohada para soñar con el mañana. Los de los callos en pies y la sed intacta en la garganta. Los que desconocemos dónde pasan la noche pero sabemos con seguridad dónde encontrarlos en la mañana. Hablemos de esos para los que la lluvia deja de ser un arrullo y se convierte en una necesidad, los que ven en un mango un manjar. Los que anhelan la comodidad del encierro. Para los que el aislamiento más que una imposición se convierte en una quimera. De esos de los que nadie quiere hablar. Esos que nos dan pesar solo cuando los vemos soñando en el andén pero que olvidamos al cruzar. Hablemos de esos que no tienen la culpa de haber nacido en esta patria que los juzga, los señala y los condena diariamente por resistirse a esa lacerante realidad en las que se les impuso respirar.


La Musa

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Un comentario de “A través del vidrio.

  1. Luis lacouture dice:

    Excelente forma de ver la vida desde esa perpectiva aquí sólo sobrevive el mas fuerte o el que sea más hábil de pensamiento o de oportunidad.

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