Los israelitas acamparon en Guilgal, y el día catorce del mes, por la tarde, celebraron la Pascua en los llanos de Jericó. Ese mismo día comieron panes sin levadura y trigo tostado, pero al día siguiente comieron ya de lo que la tierra producía. Desde entonces no volvió a haber maná, así que los israelitas se alimentaron aquel año de lo que producía la tierra de Canaán. Josué 5:10-12
En ese momento de la historia el pueblo de Israel ya había entrado a la tierra que Dios les había prometido al sacarlos de Egipto. El relato bíblico, cuenta que los hombres adultos que salieron de Egipto habían muerto, dado que anduvieron por el desierto 40 años (Vr. 6), por lo que, las nuevas generaciones no se habían circuncidado. Es así como, en obediencia al pacto que Dios hizo con Abraham (Génesis 17:9-14) e Israel (Levítico 12:3), los hijos de la nueva generación fueron circuncidados en Guilgal, ciudad Cananea en donde acampó el pueblo por primera vez, después de cruzar el río Jordán hacia la Tierra Prometida. Asimismo, para conmemorar la liberación de los hebreos de la esclavitud, por primera vez celebraron la Pascua. Con esta festividad y con el proceso de circuncisión del pueblo, culminó su transición de ser un pueblo esclavo en Egipto, a ser un pueblo libre.
Pero, no me voy a detener en el proceso de la circuncisión ni en la celebración de la pascua, sino en lo que ocurrió después. Dice este capítulo que los israelitas comenzaron a comer de lo que la tierra producía y el maná cesó de caer, es decir, que no solo vivieron una transición espiritual que les daba libertad plena, sino que esto los obligaba a cambiar su mentalidad, a pasar de vivir del asistencialismo de Dios, a producir, administrar y trabajar la tierra que Dios les concedió. Si bien era cierto que ese territorio era fértil, los frutos no se producían solos, ahora debían esforzarse por mantenerse en ese lugar y disfrutar de la abundancia que había en esta tierra. Dios dejó de enviar maná de manera intencional, para evitar que el pueblo se volviera perezoso.
Dios es un padre, que nos impulsa a esforzarnos para lograr las cosas. Lastimosamente, los seres humanos generalmente cuando conseguimos las cosas de manera fácil no les damos valor; como ejemplo por ejemplo Adán y Eva, tuvieron todo a su disposición solo tenían que administrar, sojuzgar y fructificar la tierra, todo a pedir de boca eran los reyes del Edén. Pero ¿qué paso? Se pasaron de listos, desobedecieron una instrucción tan sencilla, menospreciaron lo que Dios les suministró por querer tener más y por ende, fueron expulsados del paraíso; desde entonces a la humanidad entera le ha tocado ganarse todo con el sudor de su trabajo. (Genesis 3:19). Esto es de mucha importancia, dado que, en ocasiones creemos que Dios está en la obligación de hacerlo todo por nosotros y confundimos la gracia con lo gratis.
Esto que sucedió con Israel al entrar a Canaan, revela que, no basta solo con conquistar las metas, es preciso, esforzarse, capacitarse y enfocarse, en lo que se debe hacer para que lo que Dios coloca en nuestras manos sea productivo. El maná fue dispuesto por Dios de manera provisional para que su pueblo no muriese de hambre (podría decirse que fue algo extraordinario y coyuntura), pero no era lo verdadero y permanente de Dios para ellos. Ahora bien, tanto en el desierto como en la tierra prometida, la finalidad de Dios siempre fue que el pueblo confiara en El y en su provisión, lo que cambió fue la manera de proveer de Dios y esto conllevó a que el pueblo tuviese un cambio de mentalidad.
Esto también nos enseña que debemos dejar de añorar lo que antes fue, para poder disfrutar de lo nuevo que Él quiere darnos y hacer en nuestra vida; por ello, además debemos renunciar a vivir presos de la pobreza, la escasez o el victimismo y comenzar a actuar con madurez y plena confianza en El, empleando al máximo el potencial que nos ha concedido. Lo que Dios hizo por su pueblo al llevarlos a la tierra prometida, nos enseña acerca del trabajo, el esfuerzo y la productividad.
La productividad es definida como la capacidad de generar bienes o servicios con los recursos disponibles, de manera eficiente. Bíblicamente, la productividad es la capacidad de utilizar los recursos que Dios da para cumplir un propósito. Esto incluye el tiempo, los talentos, el dinero, recursos humanos, dones, etc. (Mateo 25:14-30, Lucas 10:38-42). Es decir que, la productividad no está solo relacionada con recursos económicos, sino con todo lo que hacemos en el transcurso de nuestra vida y en todas las áreas que la componen.
Canaán era una tierra fértil y próspera, no solo era favorable para que el pueblo habitara en ella, sino también para que trabajaran y obtuvieran los productos requeridos para su manutención. Esto quiere decir que, nuestra confianza y dependencia en Dios no nos absuelve de nuestra obligación de trabajar y ser productivos.
En ese sentido, es posible que estemos experimentando una temporada de transición como el que vivió Israel en esa época, tiempo en el que tal vez nuestra manera de recibir la provisión esté cambiando, para trascender y recibir lo nuevo de Dios. Es probable que estemos siendo promovidos, despedidos de nuestros empleos, finalizando contratos, o que nuestra empresa se haya ido a la quiebra, o hayamos recibido la jubilación, en fin; lo cierto es que, Dios, nos saca de la zona de confort y abre otros escenarios para que seamos más productivos.
Detengámonos a pensar: ¿Cuál es la tierra prometida que Dios nos entregó? ¿Cuál es el fruto que podemos cosechar en esa tierra? ¿Cómo posemos prepararnos para ser más productivos y sacar mejor provecho de lo que tenemos en las manos? ¿De qué manera podemos mejorar nuestra capacidad de administrar los nuevos recursos a los que Dios nos permite acceder? ¿Cuáles son los dones, talentos o capacidades que Dios ha depositado en nosotros para hacernos más productivos?
Ahora observemos algunos rasgos de las personas productivas.
- Administran con eficiencia: un ejemplo de esto fue Nehemías, quien tuvo la capacidad para administrar correctamente el tiempo, las personas y los recursos a su cargo, para la reconstrucción los muros de Jerusalén. Esto obviamente, estuvo acompañado de una buena planificación y gestión, bajo la dirección de Dios; lo que le representó realizar la construcción en un tiempo récord.
De la manera que gestionemos los recursos que están a nuestro alcance, dependerá nuestra productividad. Procuremos ser tan eficientes que Dios nos diga: Bien hecho, mi buen siervo fiel. Has sido fiel en administrar esta pequeña cantidad, así que ahora te daré muchas más responsabilidades. ¡Ven a celebrar conmigo! Mateo 25:21.
- Evalúan los recursos a su disposición y procuran la guía de Dios para invertirlos. El mejor ejemplo de esto es Jesús, dice en Marcos 6:38, 41 ¿Cuántos panes tienen ustedes?—preguntó—. Vayan a ver. Después de averiguarlo, dijeron: —Cinco y dos pescados… Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados y, mirando al cielo, los bendijo. Es increíble pero cierto, con lo que tenía disponible Jesús alimento a más de 5000 personas, ¿cuál fue el secreto? Antes de partir y repartir los panes y los peces, los presentó delante de Dios. Colocar todo en las manos de Dios realmente hace la diferencia, porque solo Él puede instruirnos respecto de cómo invertir esos recursos.
En la presencia de Dios hay nuevas ideas, estrategias, respuestas que a nosotros no se nos ocurrirían, en lo secreto el revela lo que debemos hacer para multiplicar los panes, los peces y el aceite o lo que sea que tengamos disponible.
- Son constantes. La constancia es definida como la virtud de ser persistente en el intento de alcanzar una meta, un objetivo o una tarea. Dice en 1 Corintios 15:58 Por lo tanto, mis amados hermanos, permanezcan fuertes y constantes. Trabajen siempre para el Señor con entusiasmo, porque ustedes saben que nada de lo que hacen para el Señor es inútil
Esta es una cualidad necesaria para ser fructíferos, porque en ella se establece cuánto esfuerzo estamos dispuestos a realizar para alcanzar los propósitos. Ahora bien, ser constantes en lo que disfrutamos hacer no es difícil. Pero vaya que cuesta ser constantes en cosas que no nos gustan, pero que tenemos que hacer. En este caso, la palabra de Dios enseña que el hombre que es inconstante en una cosa lo es en todas (Santiago 1:8). El pueblo de Israel no se podía dar el lujo de no trabajar, esta vez, si querían alimentarse debían sembrar y cosechar; asimismo, nosotros no nos podemos dar el lujo de ser inconstantes en nuestra fe, en nuestra vida matrimonial, laboral o en los proyectos y retos que asumimos.
Ser constantes nos requiere disciplina, valentía, establecer hábitos nuevos, compromiso, determinación, esfuerzo, etc.; por eso la biblia enseña en Santiago 1:3-4 porque ustedes saben que, siempre que se pone a prueba la fe, la constancia tiene una oportunidad para desarrollarse. Así que dejen que crezca, pues una vez que su constancia se haya desarrollado plenamente, serán perfectos y completos, y no les faltará nada.
- No pierden el tiempo. No es lo mismo estar ocupado que ser productivo. En este sentido la productividad no necesariamente está sujeta al tiempo trabajado o invertido en alguna tarea, sino más bien a los resultados. Una persona puede estar ocupada en varias cosas al tiempo, pero al final no tener resultados de ninguna y esto como consecuencia esto le demandará mayor esfuerzo para lograr algún resultado; en cambio, una persona productiva establece prioridades y dedica tiempo a lograr una cosa a la vez de manera efectiva.
Para ello es necesario definir tiempos para la ejecución de las tareas proyectadas, de esa manera se evitan distracciones y sacrificar tiempo de descanso como consecuencia de la pérdida de tiempo. En la Biblia encontraremos un ejemplo muy conocido, el caso de Martha y María dice en Lucas 10:38- 42 En su viaje hacia Jerusalén, Jesús y sus discípulos pasaron por un pueblo. Allí, una mujer llamada Marta recibió a Jesús en su casa. En la casa también estaba María, que era hermana de Marta. María se sentó junto a Jesús para escuchar atentamente lo que él decía. Marta, en cambio, estaba ocupada en preparar la comida y en los quehaceres de la casa. Por eso, se acercó a Jesús y le dijo: —Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola, haciendo todo el trabajo de la casa? Dile que me ayude. Pero Jesús le contestó: —Marta, Marta, ¿por qué te preocupas por tantas cosas? Hay algo más importante. María lo ha elegido, y nadie se lo va a quitar.
- Conocen sus límites, pero también su potencial. Esto es lo que nos permite crecer y ser mejores en todas las áreas. En primer lugar, conocer nuestros limites nos da la posibilidad de identificar las oportunidades de mejora, nos permite comprender que no todo lo sabemos y lo podemos hacer. En segundo lugar, conocer nuestro potencial, nos da la posibilidad de desarrollarnos, proyectarnos y seguir creciendo.
Las personas productivas, entienden que Dios puede hacer maravillas con lo poco que hay en nosotros, y que a través de su espíritu santo podemos llegar a dar muchos frutos. Por esta, razón es importante tener claro lo que nos corresponde hacer y lo que no, para evitar hacer y ser algo para lo que no hemos sido llamados. Esto, en definitiva, nos llevará a reconocer donde termina nuestro trabajo y donde comienza el de Dios.
Cuando reconocemos nuestras capacidades e imposibilidades, es cuando Dios ensancha nuestra visión y nuestra mente para que alcancemos lo que Él ha preparado para nosotros, que siempre será algo más grandioso de lo que podemos lograr humanamente. Él es el que nos lleva a exceder nuestros propios límites como dice en Isaías 54:2-3 Amplía el espacio de tu carpa y extiende las cortinas. No te detengas.
Alarga las cuerdas de tu carpa y asegura bien tus estacas. Porque te expandirás a derecha e izquierda y tus descendientes poseerán naciones y poblarán ciudades abandonadas.
Finalmente, el deseo de Dios siempre será que seamos fructíferos y que comamos del fruto de la tierra que nos entrega. Por ello, nos ha llamado a ser productivos y a aprovechar todos los recursos, los tiempos, las oportunidades, a dar pasos de fe y a permanecer conectados con El, que es la fuente de nuestra multiplicación. Entendiendo que separados de El nada podemos hacer (Juan 15:4-5), que todo lo que hacemos es para Dios y no para nosotros mismos (colosenses 3:23-25) y que a Él le tendremos que dar cuenta de todo: de lo que nos entregó, de lo que hicimos y de lo que no (Romanos 14:12).