CUANDO SUS PATRIARCAS SE VAN LOS PUEBLOS SEPULTAN LAS BUENAS COSTUMBRES

“Las costumbres de mi pueblo se han perdido, ya no braman los terneros en los corrales, no se quieren como antes los compadres ni respetan los ahijados a los padrinos”

Algunos acontecimientos que hemos presenciado en nuestra región nos ponen de presente que nuestros pueblos han cambiado para mal, me refiero a la que identifico como la “Zona mitiopolitana de Riohacha” a donde vi por primera vez la luz un jueves de abril de gloria para mi casa en el entonces Departamento del Magdalena Grande, igual con mis preocupaciones también vino a mi mente la canción titulada “Costumbres perdidas” de Dagoberto López Mieles que en 1980 Los Hermanos Zuleta incluyeron en su LP “Pa toda la vida”.

Evidentemente, es inocultable que los cambios socioculturales son importantes para que los pueblos puedan avanzar, lo preocupante es que las malas mañas de esa civilización le tomen ventaja a las bienaventuranzas que llegan con esos cambios indispensables para dar sentido y calidad a la vida de las personas y es lo que no podemos permitir que continúe sucediendo en nuestros pueblos, no es posible admitir que con el sepelio de nuestros mayores también se entierren las consideraciones y los valores fundamentales de las buenas costumbres, se hace indispensable volver a las lecciones de aquellos tiempos cuando los padres le pedían explicaciones a los hijos de dónde sacó lo que llevó a la casa porque lo que se ve ahora es que los muchachos son felicitados por su gran capacidad para producir dinero sin que nadie pueda preguntar como lo hizo, porque ya los hijos no respetan a los padres sino que ellos les tiemblan a los hijos, y eso no es normal.

Hemos cambiado tanto en la región que la importancia de las personas no se mide en preparación, experiencias o producción intelectual sino en pesos, se eleva a la condición de héroes a quienes viven de la inocencia ajena, de los descuidos de los demás, y se da trato de trapito de bajar olleticas a quienes con el propio esfuerzo de la mente y las manos limpias hacen lo que corresponde para dar cima y altura al buen nombre de su terruño, esa vaina es inadmisible.

Este fresco en mi memoria el día que Poncho Medina llegó a Mongui estrenando su primer carro colombiano, un automóvil Daewoo Racer y mientras todos celebrábamos complacidos el tema su padre lo llamó y se lo llevo para atrás de la cocina y le pregunto ¿Poncho mijo tu como hiciste para comprar ese carro?  Él le explico que financio una parte y otros detalles, pero el viejo no quedo convencido y le insistió ¿Mijo acá entre no será que usted está haciendo cosas mal hechas? Ahora la cosa es diferente, nadie pregunta, todos celebran, y los afectos se compran, olvidando que quien al momento de adquirir no supo el modo al momento de perder se pierde todo, y pensar que Babo mi abuelo analfabeto y sabio decía que “Lo bueno es para el dueño y lo malo es para todo el mundo”.

Nuestros pueblos necesitan una cruzada urgente de urbanidad, hay que hacer el repasito sino queremos desaparecer como comunidades vivibles, hay que enseñar a los muchachos que las vacas ajenas son sagradas, que la mente bien usada también produce bienestar, dinero y satisfacciones. Duraderas, que cuando los bienes materiales se adquieren con el fruto del trabajo se disfrutan más, y que no hay mejor almohada en el mundo que la tranquilidad de consciencia, ni sueño más reparador que ese que se tiene arropado con su mujer sin el temor que la Fiscalía le tocara la puerta para que empiece su pesadilla.

Están en nuestra mente aquellas noches plenilunares cuando alrededor de mi padre se reunían en las primas noches los más veteranos, los que abrieron el camino para enterarse de lo que estaba sucediendo en el país, escuchaban las noticias de “El Reportero Caracoooool, el primero con las ultimas” que esta antecedido de “La Cabalgata deportiva Gillet” con la voz inconfundible de Juan Caballero que le recordaba a la gente que en el baño no  podían comprar las Hojillas, hablaban de política, de las lluvias, de las predicciones del Almanaque de Bristol, de las obras que se construían  con la ayuda de todos que  el gestionaba, todo mientras yo sobre una banca y sus piernas escuchaba atento y grababa en mi mente aquellos momentos irrepetibles, tuve siempre la mala costumbre de escuchar  lo que los viejos hablaban por eso fui un muchacho muy bien  informado desde chiquito, ese era un ritual por las noches, muchas veces mientras ellos recordaban acontecimientos pretéritos, hablaban de la vida de Francisco El Hombre, lamentaban la muerte de repente de alguna persona en los otros pueblos yo devoraba con gran apetito el tetero con agua de maíz que mandaba  para el Nene de  la casa Josefa Brito Q.E.P.D..

En el lugar bendito que mi padre y mi madre escogieron para que yo llegara a este mundo cuando ya no me esperaban después de navegar nueve maravillosos meses en su vientre en el que siempre supieron que palpitaba la prolongación de sus propias existencias, fue un milagro de Dios, él sabía que el periplo vital de mis viejos necesitaba la cereza para el postre por eso vine a este mundo a donde hay tanta gente buena y también gente mala cinco años después de Chichi  del que se presumía que era el último de mis hermanos, vino esta criatura que nacida en cama de esplín, en casa de zinc, sin energía eléctrica, alumbrados con lámpara de querosín y con la única asistencia de la partera Julia Estrada hoy da gracias a Dios por tanta generosidad y poder decir que no tengo más nadada que pedir para mí, pero si por mis semejantes, que limpie los corazones de tanta impiedad y haga el milagro de reconciliarnos a todos para que el odio entre hermanos deje de existir en la tierra.

Un sueño que tuve anoche coloco a mi tierra y a mi gente en mi primer pensamiento del día, siento en el ambiente el olor de mi vieja feliz cuando yo le daba los masajes con Alcoholado Glacial el del pingüino, escucho en el aire sus palabras cuando me iba contando todo lo sucedido en el pueblo, durante mi ausencia mientras yo le cortaba las uñas, siento en el paladar el sabor de la sopa que hizo para mí la última vez que pudo cocinar y dan vuelta en mi mente sus consejos cuando decía que había que servirle a la gente sin esperar nada para no sufrir desilusiones, igual las palabras de mi padre cuando me encargaron de Alcalde de Maicao cuando fue a recordarme que “Al funcionario público se le persona que se le vallan las patas pero no que se le vallan las manos”, no lo olvido en este periodo oscuro de inversión de valores cuando se usa la política para hacer negocios y humillar a los más débiles, y los triunfos de la gente honesta se deben decir muy despacio porque la envidia tiene el sueño demasiado liviano.

¡Dios proteja a nuestros pueblos, del silencio de la gente buena ante las cosas malas que está haciendo la gente mala!

Luis Eduardo Acosta Medina

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