DEL 8 DE MARZO Y EL MÉRITO DE LAS MUJERES EN EL TRABAJO…

Precisamente un 8 de marzo de 1857, mujeres que trabajaban en la industria textil y de las confecciones en Nueva York se lanzaron a las calles en una inusual protesta para reclamar su derecho a la igualdad en el trabajo y condiciones más dignas. Obviamente que la manifestación fue brutalmente reprimida por la Policía y las mujeres hubieron de regresar a sus labores sin haber recibido atención.  La semilla quedó plantada y, de nuevo el 8 de marzo de 1908, un grupo de mujeres trabajadoras de la Cotton Textile Factory saltó a las calles para reclamar la reducción de la jornada laboral a 8 horas, la mejora en los salarios, el mejoramiento de las condiciones de trabajo, así como la abolición del trabajo infantil.  Se agregó a la protesta la reclamación del derecho al voto para la mujer. A 129mujeres se les impidió salir de la fábrica, de tal modo que al desatarse un incendio murieron irremediablemente calcinadas. De este cruel episodio se ha hecho responsable a la Policía y a los Propietarios de la compañía.  En honor de estas 129 mujeres asesinadas se comenzó a celebrar el 8 de marzo como el día en el que la mujer reclama su libertad y su derecho a la igualdad de trato con los hombres.  

Dos años después (8 de marzo de 1910) se celebró en Copenhague – Dinamarca la 2ª Conferencia Internacional de las mujeres socialistas, y fue allí que Clara Zetkin, política alemana de origen judío y declarada enemiga del fascismo, propuso que el mundo trabajador celebrara todos los años una gran manifestación internacional en pro de los derechos y la libertad de la mujer, moción ésta que fue aclamada y promulgada como manifestación de la Conferencia con el respaldo de más de cien delegadas de los países presentes. 

La Conferencia de las Naciones Unidas de 1952 instituyó el 8 de marzo como el “día internacional de la mujer”

El recordatorio de esta fecha siempre llega bien, no tanto por querer resaltar la fecha de la celebración de la mujer en sí misma, sino para hacer consciencia del conflicto y los problemas que han tenido que superarse a través de la historia y que subyacen detrás del trabajo de la mujer. En mejores palabras, no se trata de llamar la atención para que celebremos el día internacional de las mujeres como si no hubiese nada que revisar y corregir, y bastara con regalarles flores y chocolates, sino para que demos una mirada cuidadosa a las dificultades y problemas que aún persisten al interior de nuestros esquemas económicos, políticos y laborales y que les hacen a ellas la vida más difícil.

Son miles, y acaso Millones, las mujeres que aún hoy sufren multitud de formas de opresión que las dejan en desventaja frente a los hombres. La protesta de 1857 y todas las manifestaciones posteriores tenían de fondo y en común la lucha por la dignidad de la mujer en el trabajo y en la vida política. No se trataba, de hecho, de reclamar el “ser tratadas igual que los hombres”, cuando en realidad se exigía ser tratadas como mujeres, pero bajo las mismas o parecidas condiciones de dignidad, comodidad y bienestar que los hombres, desde el punto en que no se veía justo el que los hombres tuviesen jornadas laborales más cómodas y ganaran más dinero que ellas. Ese solo criterio marcó y sigue marcando una diferencia sustancial en la queja porque sigue siendo necesaria una jornada laboral que les permita a las mujeres cumplir con su tarea del hogar, siendo conscientes del hecho que son ellas quienes llevan en muchos casos la responsabilidad de su familia en tanto son solas y, para poder salir a trabajar, tienen necesidad de apoyarse en alguien que seguramente tiene también un hogar que cuidar.  Y no es ésta una condena abusiva a la labor doméstica que se critica desde el feminismo a ultranza, sino una forma de vindicar y fortalecer el nobilísimo e inigualable papel de las mujeres en la protección del hogar y la construcción de sociedades equilibradas y promisorias fundadas en las familias bien cuidadas.

Era exigible, además, el derecho a trabajar en condiciones dignas para su salud y bienestar. En efecto, hasta el tiempo en que comenzaron las protestas, las fábricas no tenían instalaciones adecuadas para el trabajo digno de las mujeres – mucho menos para el trabajo infantil-  sino que tenían que soportar ellas las mismas condiciones que existían para los hombres. Desde tal punto de vista, el reclamo de igualdad que hicieron las mujeres se orientaba a conseguir una respuesta adecuada de los patrones para no tener que tolerar las mismas condiciones – usualmente precarias – que eran ofrecidas a los hombres. Debía darse lugar, en consecuencia, a un debate de especificidad o diferenciación en favor de la mujer que debía conducir a una apropiación de condiciones ideales para el trabajo. Allí está la esencia del reclamo y esa es precisamente la lucha que se ha prolongado por décadas, desde aquel momento oscuro de la Revolución Industrial en el que la mujer fue vinculada como mano de obra no diferenciada en las fábricas.

Aunque así fuera, ha existido siempre en los ecosistemas industriales una diferenciación en el tipo de labor. Hay tareas que están diseñadas y son exigibles para los hombres, así como hay tareas que se han hecho exigibles para las mujeres, lo que condujo la protesta al problema de establecer diferencias no discriminatorias ni excluyentes en las condiciones de trabajo y en los retornos salariales, todo por aquella tendencia de pagar más por las labores rudas que hacían los hombres y menos por las tareas sencillas que encaraban las mujeres.  Pensemos por un momento que, si por principio, lo que se paga es el tiempo que cada persona dedica en su jornada laboral, en ningún caso habría diferencia de salarios entre hombres y mujeres que cumplen la misma labor, o quizás tareas diferentes pero asimilables al final, de tal modo que no serían admisibles las diferencias de salario entre mujeres y hombres que realizan la misma tarea y acaso cumplen la misma jornada. De lo que hay que estar seguros es que, toda vez que una mujer puede realizar una tarea que normalmente corresponde a un hombre, tiene derecho a ganar el mismo salario e incluso mayor si llegase a ser más capaz y competente. Tampoco sería admisible el que se obligue a una mujer a desempeñarse como un hombre para ganar un salario equivalente, porque ello sería desviar el sentido fundamental de su derecho de desempeñar tareas que puede cumplir como mujer. Al final la mujer, como el hombre, tendrá derecho a un reconocimiento salarial correspondiente con la tarea que cumple en plena consideración de su dignidad y bienestar. En eso las mujeres son perfectamente iguales y no hay mérito para que sean tratadas con menor consideración. 

La lucha por los derechos y la dignidad de las mujeres nunca termina, y de dar esa alarma se encarga bien la celebración del 8 de marzo, porque si acaso se puede pensar que en el tema laboral se ha evolucionado en la generalidad de los estados y se avanza con éxito hacia el establecimiento de condiciones ideales para ellas, quedan otros tantos asuntos sobre los cuales nadie se puede descuidar ni un instante. Hablamos de los abusos que cometen los patronos contra ellas por el sólo hecho de ser mujeres.  Pareciera una exageración, pero se escucha aún de casos de despidos cuando quedan embarazadas, o de descuentos abusivos  en los pagos cuando solicitan licencias frecuentes de salud, o de la negación sistemática de permisos para atender necesidades escolares y domésticas relacionadas con sus hijos, o de impedimentos para cumplir la función de “cuidadora” que se hace obligante en determinadas circunstancias de la vida diaria, y aún la negación de permisos para atender diligencias legales vinculadas con recurrentes casos de abuso sexual y violencia intrafamiliar y la gestión de las medidas de protección que se derivan de allí. Ese es el panorama real que enfrenta una mujer en el día a día en cualquiera de nuestras ciudades, de modo que su disponibilidad laboral no suele ser la misma que puede tener la mayoría de los hombres, siendo así que sería del caso establecer una condición diferencial que debe ser incorporada como criterio de protección en el ambiente laboral. De allí que confirmemos que en ningún caso podrá ser tratada de forma igual que los hombres. La condición de relativa vulnerabilidad y compromiso adicional con su entorno familiar no es un diferenciador negativo, al contrario, debe representar para ellas un factor de desequilibrio positivo que ayude a establecer condiciones de protección de la mujer que trabaja para el buen desempeño de su oficio y el mejoramiento de su calidad de vida.

Y hablamos de la exclusión en los terrenos de lo económico y lo político, que son los escenarios en donde se vive para ellas la peor condición. La mujer permanece agresivamente alejada o desvinculada de la oportunidad de participar en condiciones de igualdad con los hombres, en gran parte por su aislamiento consuetudinario, efecto directo del modelo patriarcal opresivo, en gran parte por la desventaja en su preparación, en otra parte por sus obligaciones y responsabilidades con su familia y sus entornos cercanos, pero sobre todo por las berreras de género que se han alzado desde siempre y siguen allí impidiendo su paso. El reclamo del voto es un ejemplo de esa epopeya. Se hizo bajo la queja de que los destinos de los pueblos y las gentes no podían ser decididos por la mitad de la población sin siquiera tomar en cuenta la otra mitad. En este caso el reclamo de igualdad es absoluto, como lo sería también el derecho de ser elegidas y el derecho de llevar al nivel más alto concebible su realización como persona y como parte vital de la sociedad a la que pertenecen.  Podemos dar una mirada con sentimiento de elogio hacia La Guajira y no pocas civilizaciones originarias del continente en las cuales la mujer es el eje central de su tradición, su cultura y su identidad.

El año 2025 tiene relevancia especial en razón de que se cumplen treinta años de la 4ª Conferencia sobre los derechos de la Mujer, celebrada en Beijín. Esta cumbre se celebra veinte años después de la 1ª Conferencia de Ciudad de México, y de ella se obtiene por unanimidad de los 183 países presentes la “Declaración y Plataforma de Acción” para la promoción de los derechos de la Mujer.  La movilización de este año invita a mirar hacia las mujeres y las niñas de todo el mundo “en toda su diversidad: Derechos, igualdad y empoderamiento”.

El postulado global insta hoy a la igualdad de derechos, la participación igualitaria en el poder y la igualdad en las oportunidades para todas, lo cual establece el compromiso de velar por la vinculación de las mujeres jóvenes y las niñas de toda raza y condición en la gestión del cambio con una visión clara de futuro, en el cual se consoliden más y más resultados en cuanto a la igualdad de género, la protección jurídica, los privilegios laborales, la participación en las dinámicas políticas y sociales y la superación de estereotipos anclados en el pasado. 

A partir de Beijín 95 las niñas, aquellas criaturas excepcionalmente vulnerables que conforman el tesoro más grande de nuestra civilización, comenzaron a ser sujetos de derechos específicos de protección contra la violencia –aunque ya los tenían desde 1989 en el marco de los “derechos de la niñez”-.  Aquí el grupo de aspectos críticos que fue promulgado en la cita de Beijín, ordenados a nuestro criterio por planos de incidencia. [i]

 

Desde el Estado:

 

ü  La mujer y la pobreza

ü  Educación y capacitación de la mujer

ü  La mujer y la salud

ü  La violencia contra la mujer

ü  La mujer y los conflictos armados

ü  La mujer y la economía

 

En el Territorio:

 

ü  La mujer y el medio ambiente

ü  Mecanismos institucionales para el adelanto de la mujer

ü  Los derechos humanos de la mujer

 

Desde la Sociedad:

 

ü  La mujer en el ejercicio del poder y la adopción de decisiones

ü  La mujer y los medios de difusión

ü  La niña

 

Salta a la vista que la mayor responsabilidad en el avance de la mujer y su protección está en el Estado. No es admisible que la mujer esté afectada por estados graves de pobreza; excluida de las oportunidades de educación y preparación para el trabajo y la vida profesional; excluida de un sistema eficiente de salud y seguridad social; sometida a fenómenos persistentes de violencia de género, laboral y social, pero sobre todo desprotegida de toda agresión. En particular, son dos los asuntos más relevantes que demandan acción oportuna del Estado: primero, si la mujer no está debidamente incorporada a la economía como ruta principal para tener un empleo digno y llevar una vida plena de realización personal; segundo, si la mujer sigue siendo víctima recurrente en el marco de las guerras territoriales y los conflictos armados, específicamente en cuanto son tratadas como combatientes mediante reclutamiento forzado, o sufren desplazamiento, o son tomadas como botín de guerra y víctimas de abuso sexual, con efectos desastrosos para su propia vida. La tarea pendiente al respecto de lo dicho sigue siendo inmensa, lo cual debe dar motivos suficientes para entender que se requiere mucho más trabajo desde las instituciones para lograr mejores indicadores de resultado. No está bien que llegue el 8M de cada año y el país tenga la sensación de que sigue pasando lo mismo y no se logran avances significativos en beneficio de la mujer.

Y en cuanto a los asuntos relacionados con el territorio y la sociedad se pone de manifiesto la necesidad de apoyar a la mujer en la apropiación de su territorio y la conquista de las oportunidades para participar en las decisiones que tienen que ver con los destinos de sus propias comunidades. La mujer puede ser de lejos el motor del desarrollo al interior de sus propias sociedades, sin embargo, esa tarea suele ser ignorada, o minusvalorada, o entorpecida, al extremo que se llegue a levantar multitud de barreras y dificultades, incluso atentando contra sus vidas, para complicar los procesos de transformación y de cambio que ellas pueden liderar.

Nuestra voz de aliento para ellas y nuestro compromiso de seguir atentos. 

 

Arturo Moncaleano Archila

[i] https://www.unwomen.org/es/how-we-work/intergovernmental-support/world-conferences-on-women

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