En estos días y por intermedio de uno de los grupos de WhatsApp a los que estoy adscrito, me llegaron simultáneamente dos artículos que, desnudan de cuerpo entero las enormes discrepancias existentes entre la derecha y la izquierda, o el fascismo y el progresismo. La postura del autodenominado centro ante lo que está sucediendo es vergonzante. Inadmisible permanecer neutrales ante semejante coyuntura política. Como decía el difunto Horacio Serpa, “no son ni chicha ni limoná”. Aunque pudimos apreciar algunos que posan de centristas como Sergio Fajardo y Alejandro Gaviria, marchando al unísono con lo mas rancio de la derecha colombiana. Dios los cría y ellos se juntan.
Los dos artículos a los que aludía arriba describen el cinismo, descaro, frialdad y doble rasero de que hacen gala un buen número de militantes del espectro político ubicado a la derecha. Pusieron el grito en el cielo por las implicaciones y repercusiones catastróficas que, según ellos tendrían la quiebra de relaciones con la nación judía. Esos mismos, muy probablemente aplaudieron la ruptura de relaciones con Venezuela. Que como se desprende tanto por las cifras, como de la histórica y sólida relación entre dos naciones hermanas, de las consecuencias que tuvo sobre las gentes de ambos lados de las fronteras, son insolentemente incomparables. Es una verdad incuestionable que en ambas naciones los habitantes de la periferia, de sus areas fronterizas son gente pobre, lo que subyace en ambos casos en materia de relaciones económicas y de cooperación no admite cotejarlas. No hay parangón entre una circunstancia y otra. Lo que está en juego en la ruptura entre Colombia y Venezuela y lo que se pone en “peligro” en la ruptura con Israel es insignificante ante aquella.
El rompimiento de relaciones con el gobierno israelí nos coloca ante otra nueva oportunidad de medir y establecer los casi insalvables contrastes entre la derecha y la izquierda colombianas. La derecha insensible, deshumanizada, ubicada en el lado incorrecto de la historia. El sectarismo y hedonismo se sobreponen a cualquier consideración de índole moral y ética.
Nuevamente sale a relucir en la palestra el doble rasero, la moral relajada de la extrema derecha. No se puede ni de riesgo, establecer algún paralelo con las razones de la disolución de relaciones con Venezuela. Imposible justificar y minimizar el infierno propiciado por un ejército tan sofisticado y poderoso y en un territorio pequeño y controlado por él, de que el 70% de las víctimas, de muertos y mutilados sean niños. Que le impidan y bloqueen el ingreso de ayuda humanitaria, alimentos, agua y medicinas. Gaza es desde hace décadas el lugar más peligroso de la tierra para un niño.
La coartada usada por Duque en aquel entonces para romper relaciones con Venezuela es una tontería ante la monstruosidad y atrocidades, en las que basa Petro para razonar y sustentar la ruptura con la nación judía. En lo personal jamás se me borrará de la mente la imagen que me marcará de por vida que, en mi caso particular acrecentó el aborrecimiento que siento por el gobierno israelí, por el sionismo extremista que no entiende, no admite la posibilidad de la convivencia y la coexistencia de Palestina. Ha ido desplazando gradualmente a esta nación de su territorio histórico, ancestral. La imagen a la que me refiero es la de un padre palestino acostado sobre la azotea de una vivienda con un niño de 5 años entre sus brazos y sus piernas, llorando y rogándole a un batallón israelí fuertemente armado que no les dispararan. Pero estos hicieron caso omiso y los acribillaron a los dos. Esta imagen correspondiente a una confrontación pasada, es acrecentada por varias recientes, en las cuales se ven cantidades de niños fallecidos, aplastados por las paredes y los techos de los edificios donde residían, tratando de huir en medio del fuego asesino y criminal y de los bombardeos incesantes realizados con la venia de Estados Unidos, que con solo condenar y ordenarle al gobierno sionista que cese la guerra sanguinaria, inmediatamente lo harían. Israel al único que acata es precisamente al pais del Tío Sam.
Con bastante probabilidad las manifestaciones contra Duque en el marco de la Reforma Tributaria y su respuesta no tiene mucho que “envidiarle” en sevicia a lo que se haya producido en las múltiples manifestaciones convocadas por la oposición, en el largo mandato de Maduro en Venezuela. Pero resulta que Maduro es un dictador y genocida, mientras que Duque es solo un “buen muchacho”, que aprovechó su cuarto de hora de una presidencia caída del cielo, para adelantar tantas brutalidades. Además, resultó sumamente manilargo e indelicado en el manejo de los recursos públicos, mucho mas que su mecenas y protector, lo cual es bastante decir. No será ni la primera ni la última vez que el alumno supera al maestro.
Lazos históricos de hermandad fueron borrados de un plumazo por un prurito ideológico que llevó a Duque a romper relaciones con la vecina república de Venezuela, estuvimos a punto de un conflicto bélico, dada la irresponsabilidad de ese inepto. Fraguó una invasión, afortunadamente abortada por lo descabellada e improvisada. Quizás el acto más loco e irresponsable que Presidente alguno haya intentado llevar a cabo en lo atinente a las modernas relaciones internacionales. Incluyendo por supuesto a la decisión de gobiernos pretéritos; de apoyar solitariamente al Reino Unido en 1982 y en contra de Argentina, durante la guerra de las Malvinas y al voto conjuntamente con Salvador, para convertirnos en parias regionales en su momento. Fuimos los dos únicos países de América Latina que votamos en 2003, a favor de la invasión a Irak por parte de Estados Unidos. En el primer caso el Presidente era Turbay Ayala y en el segundo gobernaba Álvaro Uribe. Los dos coincidieron en su talante antidemocrático, autoritario y violador de derechos humanos.
No es fácil poder conciliar tal como lo piden muchos, llegar a acuerdos, con dos concepciones sobre la vida, sobre los derechos humanos, sobre el derecho internacional, sobre la economía y sobre otros asuntos cruciales, antagónicos, como las que se desprenden de posturas que reflejan un par de estereotipos tan distantes. Lo decimos sin reparos. La barbarie versus el humanismo. La sensibilidad versos la inconsciencia.
No en balde se advierte una alta dosis de egoísmo en las actitudes de la derecha. Creer que el esfuerzo individual ha de ser el motor que mueva a la humanidad, a la sociedad; que el Estado no debe tener injerencia en los asuntos de la economía, de la sociedad, que los impuestos son una carga injusta. Esos y otros, son rasgos distintivos de una mentalidad utilitaria. Una tendencia al sálvese quien pueda, es su forma de interpretar y entender la salida a los problemas de una sociedad absolutamente injusta y desigual.
Esa marcada diferencia entre unos y otros, quedó plasmada con total claridad en las marchas recientes, en las reivindicaciones y comportamientos de los dos bandos antagónicos. La del 21 de abril donde los manifestantes expresaban un odio visceral a Petro, los menos belicosos pedían su dimisión, mientras los más agresivos marchaban con ataúdes y destrozaba afiches con la cara del Presidente. Esa es la “gente de bien”. Mientras que, en la marcha del 1 de mayo, los trabajadores, la gente del común, los estudiantes, el peatón, el ciudadano del montón, se movilizó festivamente: tamboras, música, alegría, eran el denominador común.
Para alcanzar el clímax de insensatez, indolencia y barbarie, manifestantes de las marchas de la derecha portaban banderas de Israel como señal de apoyo al exterminio en que está empeñado. Hasta ese extremo los ha llevado el fanatismo ciego. Obviamente desde aquí podemos reprochar las acciones de Hamas, pero se corresponden más a un mecanismo de autodefensa, que trata de responder con el ojo por ojo y el diente por diente, al cumulo de humillaciones que ha sufrido el pueblo Palestino desde que le instalaron en su propio territorio, un Estado Judío, a partir de 1948, con el auspicio y la venia de Estados Unidos. A decir verdad, esa reacción, esa respuesta y esa lucha de Hamas, nos evoca la historia de David contra Goliat. Israel es uno de los países más poderosos militarmente del mundo. Hamas es una organización demasiado distante de enfrentar a ese poderío militar en igualdad de condiciones.
Lo que hacen en defensa de su territorio y de sus paisanos es un acto de heroísmo, lo expreso abiertamente como tal. No importa que me lluevan rayos y centellas, así concibo la lucha de Hamas. Simpatizo plenamente con esa heroica y desigual proeza.
José Luis Arredondo Mejía