DIOS CUIDA DE TI

“No tengas miedo, pues yo estoy contigo; no temas, pues yo soy tu Dios. Yo te doy fuerzas, yo te ayudo, yo te sostengo con mi mano victoriosa” Isaías 41:10

El miedo es un sentimiento de desconfianza que impulsa a creer que va a suceder algo negativo, se trata de la angustia ante un peligro que puede ser real o imaginario.

Así mismo, nos lleva a tener una reacción emocional ante una amenaza percibida (real o irreal) que puede tener profundas implicaciones para la salud física y mental. Se caracteriza por una sensación de inquietud o agitación que puede ser acompañada por manifestaciones físicas como el aumento de la frecuencia cardíaca, la sudoración, la tensión muscular y la dilatación de las pupilas.

Y aunque el miedo es una emoción natural, en ocasiones tiende a paralizarnos. En cuanto a esto la Biblia nos enseña muchos pasajes en donde nos impulsa a no tener miedo, uno de ellos está en Jeremías 29:11 en donde nos dice que Dios tiene planes de bien y no de mal para darnos un futuro lleno de esperanza. Esta debería ser nuestra certeza, pero muchas veces el miedo hace que dudemos, que no avancemos o vivamos ansiosos, incluso nos puede llevar a pensar negativamente, nos bloquea, nos impide tomar decisiones y seguir la instrucción de Dios hacia esos planes de bien.

Indiscutiblemente, en el camino de la vida vamos a sentir miedo, tristeza, frustración, desaliento y muchas otras emociones que tal vez nos detengan, limiten, confundan y hasta nos hagan dudar de aquello que teníamos por seguro.  Lo esencial aquí es tener claro, ¿qué hacer en medio de esas situaciones? ¿cómo afrontamos este tipo de emociones?, ¿a quién acudir cuando sentimos que el mundo se nos cae a pedazos?

Algunos se sumergen en el alcohol, las drogas, masturbación, sexo, el juego y otro tipo de cosas que llevan a evadir momentáneamente la realidad, pero luego llegan a sentirse aún más perdidos y vacíos. Al respecto, Dios hace una promesa contundente a los que creemos en El, en Mateo 28: 20b “Y tengan por seguro esto: que estoy con ustedes siempre, hasta el fin de los tiempos»”

Así como también nos dice hoy, entrégame tus miedos, tus temores y camina seguro, por qué yo estoy contigo, yo te doy las fuerzas, la valentía y el ánimo que necesitas para no desfallecer, yo sostengo tu vida y te llevo agarrado de mi mano para que no tropieces.

Tengamos por seguro que Dios cuida de nosotros, que su amor no se agota, no abandona, no se cansa, no es vengativo, es real e incondicional y sus planes de bien para nosotros no tienen estorbo (Job 42:2).

“El Señor llevará a cabo los planes que tiene para mi vida, pues tu fiel amor, oh Señor, permanece para siempre. No me abandones, porque tú me creaste” Salmos 138:8

Somos hechura suya, su obra maestra (Efesios 2:10) y Dios no deja nada inconcluso, sus planes de bien son sustancialmente más asombrosos que los nuestros, se cumplirán si depositamos en El absoluta y plenamente nuestra confianza, si recurrimos a El cada día y permitirnos que su amor perfecto eche fuera el temor de nuestra vida. Cada vez que nos sintamos abrumados, debemos acudir al Dios de los imposibles, porque solo Él puede cambiar nuestra circunstancia y volverlo todo a nuestro favor (Romanos 8: 28), Él siempre está para ayudar a todo aquel que en él deposita toda su esperanza.  Pero debemos tomar la decisión de creer, de enfocarnos en su palabra y sus promesas, de mirarlo a Él y caminar sobre las aguas sin enfocarnos en la tormenta, el viento o la profundidad del mar de problemas que estemos atravesando.

Esta debe ser nuestra certeza, no es una simple frase, es una verdad pasaremos por las aguas y no nos ahogaremos (Isaías 43:2), porque El así lo ha dicho y El no miente.

Descansa en ese gran Dios que te ama, se preocupa por ti y aunque muchas veces creas que te ha olvidado, en ningún instante de tu vida lo ha hecho, por el contrario, es posible que seas tú el que no hayas notado, que él siempre ha estado allí cuidándote, protegiéndote, sustentándote como lo hizo con Elías cuando huyó al desierto 1 de Reyes 19:3-8 Elías tuvo miedo y huyó para salvar su vida. Se fue a Beerseba, una ciudad de Judá, y dejó allí a su sirviente. Luego siguió solo todo el día hasta llegar al desierto. Se sentó bajo un solitario árbol de retama y pidió morirse: «Basta ya, Señor; quítame la vida, porque no soy mejor que mis antepasados que ya murieron».  Entonces se acostó y durmió debajo del árbol. Mientras dormía, un ángel lo tocó y le dijo: «¡Levántate y come!». 6 Elías miró a su alrededor, y cerca de su cabeza había un poco de pan horneado sobre piedras calientes y un jarro de agua. Así que comió y bebió, y volvió a acostarse.

Entonces el ángel del Señor regresó, lo tocó y le dijo: «Levántate y come un poco más, de lo contrario, el viaje que tienes por delante será demasiado para ti». Entonces se levantó, comió y bebió, y la comida le dio fuerza suficiente para viajar durante cuarenta días y cuarenta noches hasta llegar al monte Sinaí,[a] la montaña de Dios.

Vicky Pinedo 

DESCARGAR COLUMNA

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Abrir chat
💬 ¿ Necesitas ayuda?
Hola 👋 ¿En qué podemos ayudarte?