Me regreso a la Colombia entre 1995 al 2001 cuando empezó a sonar con tanta fuerza el nombre Álvaro Uribe Vélez. A esa Colombia sin rumbo – tomada por los carteles de la droga – un estado casi que fallido, un proceso de paz con una Narcoguerrilla fortalecida, el paramilitarismo descontrolado y 3 períodos presidenciales fatales para el país (Cesar Gaviria, Ernesto Samper y Andrés Pastrana). En el 2001 se lanza a las presidenciales un Uribe que venía de hacer una gran gestión como Gobernador de Antioquia entre 1995 y 1997, dando unos excelentes resultados en el Urabá antioqueño (zona completamente tomada por los Narcoterroristas FARC). Al no apoyar el proceso de paz en el Cagúan se desligó del liberalismo para representar un sector más de derecha, compitiendo así, con un Horacio Serpa que marcaba en ese tiempo en las encuestas un 40% de favorabilidad para la presidencia 2002-2006 y Uribe solo un 20%.
Uribe pasó a ser el blanco del narcoterrorismo siendo candidato gracias a unas propuestas claras y contundentes que atacaban donde más le dolía a las mafias: el narcotráfico, y una seguridad democrática que los pondría a desfilar no precisamente en el Congreso, sino en la selva – lo que hizo inevitable para ellos a pesar de todos los atentados que le hicieron para que no llegara a la presidencia – ganando con mucha ventaja en primera vuelta, y el día de su posesión, le lanzaron un rocketazo contra la Casa de Nariño desde un edificio mientras le ponían la banda presidencial en el Congreso.
Como estas hay muchas historias, pero me enfocaré en ese Uribe noble, familiar, de mano dura pero a la vez blanda, de ese corazón grande y de un gran patriota que nos enseñó a amar y a defender nuestra patria desde el Cabo de la Vela hasta el Amazonas. Ese patriota amado por el pueblo, pero odiado por los políticos defensores de la injusticia y la impunidad. Ese patriota que combatió al narcoterrorismo sin contemplaciones; que tenía claro que sentarse a dialogar los oxigenaba y los fortalecía. Ese Uribe que llevó a cada rincón del país la presencia de esos héroes de la patria que estaban dispuestos a darlo todo por su tierra y su gente. Ese Uribe que mostraba su nobleza con un país aterrorizado y manipulado por un conflicto armado incontrolable, pero que de la mano de sus 3 pilares logró lo inimaginable:
- Seguridad Democrática
- Confianza Inversionista
- Cohesión Social
Y más recientemente:
- Estado Austero y Descentralizado
- Diálogo Popular
Fueron estos tres primeros pilares que entre el 2002 y el 2010 permitieron que el país que estaba a punto de ser declarado un Estado fallido, pasara a ser la Colombia prospera, segura, democrática y pujante – llevándonos a ser campeón latinoamericano en inversión extranjera y a ser la cuarta economía más grande de América Latina donde el ingreso por habitante creció 2,3 veces.
¿Cómo olvidar cuando su gobierno impulsó el turismo con la imagen “Vive Colombia viaja por ella” y “Colombia es pasión? O cuando nuestro glorioso ejército al viajar por carretera nos saludaba con ese entusiasmo. Esas son las memorias de la Colombia de Uribe que yo no olvido: la Colombia democrática de mis abuelos, de mis padres y futuras generaciones. ¡Ese es el legado que hay que cuidar! ese legado de amor patrio, de seguridad democrática que atrae la confianza inversionista que no es más que prosperidad, generación de empleo y fortalecimiento de la empresa-propiedad privada. Ese legado que atacó de frente y sin miedo al narcotráfico, bajando los cultivos ilícitos de 170.000 hectáreas a 40.000. Esa extinción de dominio exprés que manejó, Fernando Londoño, siendo Ministro de Justicia de la mano de nuestro héroe de la patria, Coronel Plazas Vega, como Director Nacional de Estupefacientes. Los mejores resultados fueron con esa dupla que acabó prácticamente con el cartel de Cali, y que, con la ayuda del Plan Colombia, conllevó a que unas NarcoFarc terminaran escondidas en Venezuela y Ecuador.
Mi Conclusión: Trabajamos duro para lograr ser ese muro de contención a la maquinaria alimentada por Juan Manuel Santos, que no es más que mermelada, para comprar la conciencia de los políticos corruptos que durante ocho años se dedicaron a alcahuetear un proceso de paz que no era sino el doblegamiento del Estado ante el narccoterrorismo, y que hoy, esas políticas populistas nos respiran en la nuca por medio de nuestros jóvenes que se encuentran adoctrinados y manipulados por esa izquierda neochavista dañina admiradora de los ideales marxistas.
En manos del presidente Iván Duque está en que esas ideas llenas de discursos populista – que no es más que ese socialismo disfrazado de democracia que acabó con Cuba, Venezuela y Nicaragua – se apoderen de nuestro país. En Iván Duque, está la responsabilidad de liberar a Colombia de ese abismo en el que nos metieron durante ocho años de desgobierno inundándonos de coca -ese combustible que alimenta la guerra y que fomenta el contrabando – satisfaciendo a unos bandidos indultados que manejan los hilos del narcotráfico desde el Congreso (ellos, las verdaderas DISIDENCIAS).
En ese Duque que se eligió bajo esas banderas, está el no dejar morir ese legado llamado uribismo que lleva vivo 18 años, y el cual, le dio 10 millones de votos, obteniendo así la votación más alta en la historia de las presidenciales.
Confiamos que con la libertad del presidente Uribe (el cual nunca debió estar preso) recuperaremos el rumbo que nos llevará a la Colombia próspera, segura y pujante que tuvimos durante ocho años de un gobierno de mano firme y corazón grande.
Sofía Casas