JEAN CARLOS CENTENO: EL CANTO DE UN AVE LIBRE

Muchos discos de oro, platino y doble platino son el testimonio por las diversas ventas que sus producciones musicales han logrado obtener en el ámbito del vallenato. Esta es la historia de un músico que se hizo a pulso.

Jamás imaginó Evel Jiménez y Nidia María Centeno Gómez que en medio de las dificultades que les tocó vivir en Venezuela iba a surgir una luz el 13 de diciembre de 1976 en Cabimas, tiempo que estaba destinado para que naciera quien en un principio fue llamado Evel Antonio y que luego, con quince años de edad, decidió llamarse Jean Carlos. Fue criado por María Elena y Rosa Teresa Jiménez, quienes hicieron de mamá y papá al tiempo, al igual que la fraterna solidaridad que su padrino Jorge Juan Orozco le ha brindado siempre, hechos que han nutrido su espíritu musical, que viene de su abuelo Reynaldo Centeno, quien fue ejecutante de la trompeta y la batería.

Él vivió a su manera la infancia y adolescencia. “Todas las tardes, me iba para la plaza de Villanueva, con un termo a vender Boli, dulces, empanadas, las paletas que hacía mi abuela y las de Yiya Peñaloza. Hacía los mandados, fui acudiente”, así habló de su vida infantil, el hoy reconocido cantautor, que un día decidió partir de su pueblo en busca de construir mejores sueños.

“Me fui de mi casa, siendo un pelao de unos trece años. Llegué a San Juan del Cesar, allí vendía papas fritas, me metí a una feria artesanal y terminé trabajando con un señor que vendía baterías. En medio de mis oficios varios, cantaba las baladas de los artistas del momento. En ese andar, conocí a Nelson Velásquez, quien me abrió las puertas de su casa, ya que donde me estaba quedando, no me dieron más posada, por llegar tarde. Él me prestó una camisa. Me dio un abrazo como nunca lo había recibido en mi vida. En el concurso del Festival que hacen allí, me presenté con la canción Estoy enamorado de “Chiche” Daza, con la que no quedamos de nada, pero si noté que a la gente le gustó mi canto. Terminé de niñero y lavando plata o en el peor de los casos, cuidando animales, en fincas cercanas a mi pueblo, pero con el sueño siempre de cantar”.

En medio de sus diversos trabajos, empezó a cultivar el canto y a ponerle melodía a esos versos que construía de manera dispersa.

Como todo un caminante sin rumbo, se enrutó a Valledupar en busca de mejorar su vida. Jean Carlos Centeno sin darse cuenta buscaba la música. Al final, le tocó trabajar de mesero en un estanco.

Era 1992 y estaba recién fallecido su cantante predilecto, Rafael Orozco. Su acordeonero Israel Romero Ospino ante ese hecho se refugió en su pueblo natal en donde estuvo rodeado de su familia y amigos.  “El Nene” Olivella, su amigo de infancia y Alonso Salas, lo motivaron para darle una serenata al acordeonero. Eran las 10:45 de la noche, se acercaron al hotel y logró con el acompañamiento de Rober Daza y Wilman Bolaños en la guitarra, interpretar obras de Iván Ovalle, “Poncho” Cotes y Rosendo Romero. El acordeonero se asomó por la ventana, y con una sonrisa triste agradeció el gesto musical con un “Muchas gracias, Dios te cuide”.

“Ese casi loco”, apodado así por todos por tener un temperamento súper activo y un espíritu volátil estaba en el San Luis; y al instante lo podían ver en el Cafetal, dos barrios por donde corre la música de la tierra. Después del homenaje a Romero se fue para su casa con el deber cumplido, sin pensar que podía esperar algo a cambio.

Al día siguiente, el reconocido acordeonero empezó a preguntar quién era la persona que le hizo ese detalle. Nadie dudó en señalar a “Casi loco” como el responsable de ese momento crucial en la vida del arte. Israel Romero, con un olfato de músico curtido, sentenció: “casi o loco completo, tráiganmelo que ese es el cantante que necesito”. Así fue y, para inicios del año siguiente, Jean Carlos Centeno se llenaba de gloria al hacer parte de una universidad musical, que tanta gloria le ha dado al vallenato, que le daba la bienvenida a una voz distinta.

Es importante anotar que a principio del mes de diciembre de 1992, acompañó en el Festival Nacional de Compositores de San Juan del Cesar a Alfonso Cotes Ovalle, fallecido, quien se presentó con la obra Un ángel más en el Cielo, paseo que resultó ganador, grabado por los Hermanos Emiliano y “Poncho” Zuleta Díaz, y que además sirvió para mostrar a un muchachito de escasos 16 años, quien cantó como todo un veterano del vallenato.

Con esa reconocida agrupación, en compañía de las voces de Gaby García y Richard Salcedo, Jean Carlos Centeno dimensiona su aporte, a partir de 1993 cuando grabó Todo corazón, 1994; De la mano con el pueblo, 1995; Lo nuestro, 1996; A su gusto, 1997; Seguimos por lo alto, 1998; Más cerca de ti, 2000; En todo su esplendor, 2004; y Grafiti de amor, entre otros trabajos musicales. Para 1996 entró Jorge Celedón y sale Gaby García y en 1999 sale Richard Salcedo y se integra a esa agrupación Jr. Santiago.

En sus doce años de permanencia en el Binomio de Oro, el talento de su voz y composiciones se hizo sentir, lo que llevó a posicionar a Jean Carlos Centeno una verdadera revelación y luego realidad en nuestra música. Fue nominado al Grammy Vallenato con los productos Grafiti e Impredecible.

Para 2006 entra a Sony Music como solista con los acordeoneros Ronald Urbina y José Fernando “Morre” Romero y graba las producciones musicales, Ave Libre, del que surgen obras como De donde amorIncontenible, y Así canto yo, este último fue presentado en tierra villanuevera, en un concierto que acercó al artista con un pueblo que lo siente muy suyo.

Hace a dúo con Gilberto Santarosa el tema Un ocho de marzo. Al separarse “Morre” Romero de la agrupación, él decidió irse en febrero de 2016, vuelve a Codiscos, compañía donde construyó sus más grandes éxitos y presenta el álbum Todas son mías, con el que ratifica sus dotes de compositor, por el que ganó una destacada posición en el mundo vallenato.

Sus obras más reconocidas son Locamente enamoradoVolvió el dolorAmigo el corazónQue me perdoneUn osito dormilónIntensa túUn camino lejanoAmantes inocentesUn tercero está demásNubes negrasNos confunde el amorEn tu corazón y Así cualquiera, entre otros temas exitosos.

De su vida sentimental se ha dicho mucho. Que tuvo una relación con la artista Marbelle y que a Wendy Yolani Orozco Cabello, le hizo Locamente enamoradoMe vas a extrañar y Me ilusioné. Tiene cinco hijos; Carlos Andrés, Martín Alejandro, Jean Carlos Jr y Victoria, hija de María José Gutiérrez, con quien convive.

De sus dúos con Jorge Celedón quedan obras inmortales, de este tiempo de la música vallenata, de las que se destacan Olvídala de Alberto Mercado, Amigo el corazón y Volvió el dolor, de su autoría; y Cómo te olvidode Luis Egurrola Hinojosa.

Muchos discos de oro, platino y doble platino son el testimonio por las diversas ventas que sus producciones musicales ha logrado obtener, lo que permite afianzar su tarea artística en los mercados nacionales e internacionales hasta donde ha llegado el Vallenato.

Siempre en los sonidos de los acordeones, tocados por Israel Romero Ospino, “Morre” Romero, o su actual compañero Ronal Urbina, aparecerá dibujada la expresión contoril de un muchacho que se atrevió a ganarle la partida a las dificultades, que sin ser loco, sino un soñador, derrotó a la incredulidad, al abandono y tantos males que la vida pone en el camino, pero que para fortuna de Jean Carlos Centeno, “la música lo encontró y lo rescató, para ponerle en el sitial que merecen los seres humanos como él”.

FERCAHINO

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