“Reconocían que cabe la posibilidad de un daño grave, incluso catastrófico, ya sea deliberado o no intencionado, que surge de las capacidades más relevantes de dicha tecnología”
Acaba de salir de la galera en sede de revisión por parte de la Corte Constitucional la sentencia T-323 de 2024 que, al resolver el trámite de tutela, se detiene para reflexionar sobre el adecuado uso de la IA por parte de los operadores judiciales.
En dicha decisión, la alta corporación establece desde su capacidad intelectual criterios orientadores tales como la transparencia, la responsabilidad, la privacidad, la no sustitución de la racionalidad humana, la seriedad y verificación, la prevención de riesgos, la igualdad y la equidad, el control humano, la regulación ética la adecuación a buenas prácticas, la idoneidad. Un dosier bastante amplio de razones para determinar, entre otras apuestas, que el chatGPT como lo manifiesta la propia providencia, es una herramienta permitida al interior de los despachos judiciales.
Primer error de la Corte, promocionar al interior de la jurisdicción una IA como si se tratara de una marca comercial.
Se suscita en el mundo contemporáneo un debate sobre la utilización de la inteligencia artificial (IA) en diversos escenarios de nuestras vidas. Para sus defensores, es una herramienta que llegó a convivir con la humanidad la cual facilita muchos ámbitos en cuanto su desarrollo. Contrario sensu, quienes no comparten su presencia palabras más palabras menos, concluyen que atenta contra natura e incluso frente al libre desarrollo de la humanidad ya que reduce en gran medida el proceso volitivo y cognitivo como capacidad que tiene nuestro cerebro para funcionar con base a la información que recibimos de nuestro entorno.
La historia muestra que las tecnologías no son inherentemente peligrosas o beneficiosas. Algunas solo traen beneficios, como un televisor o una silla de ruedas; otras, como un medicamento, dependen del uso que le demos; y las otras han sido monopolizadas para usos nefastos, como las armas o la cocaína.
Por ello es importante entender prima facie que la IA surge de las tecnologías digitales, que viene desarrollando desde hace mucho tiempo el ser humano. Sin embargo, la IA puede procesar información por sí sola y, por lo tanto, sustituir a los humanos en la toma de decisiones. Luego entonces, no es una herramienta, es un agente.
A raíz de la explosión de la producción de información sin precedentes, en 2023 los gobiernos de China, Estados Unidos y Reino Unido entre otros firmaron la declaración de Bletchley sobre la IA, en la que más de 30 gobernantes reconocían que cabe la posibilidad de un daño grave, incluso catastrófico, ya sea deliberado o no intencionado, que surge de las capacidades más relevantes de dicha tecnología. Dentro de la declaración suscrita podemos extraer que la misma podría llegar a dividir a las potencias rivales en un nuevo conflicto global por la carrera armamentística de estos y como segunda advertencia, que podría no generar una división entre dos grupos humanos, sino más bien entre los humanos y sus nuevos jefes supremos las IA.
Lo que quiere decir que la IA puede alterar el curso no solo de la historia de nuestra especie, sino de la evolución de todos los seres vivos. Por ejemplo, si una red totalitaria de este siglo consigue conquistar el mundo, puede que no se encuentre gobernada por un dictador como lo conocemos a lo largo de nuestra historia, sino por una inteligencia no humana.
Numerosas empresas y gobiernos se hallan inmersos en una carrera por desarrollar la tecnología de la información más poderosa que hemos conocido. El historiador Yuval Noah Harari en su nuevo texto “Nexus” destaca que empresarios como Marc Andreessen, Ray Kurzweil creen que “la IA acabará por resolver todos los problemas de la humanidad”.
Mientras otros más escépticos como Toshua Bengio, Geoffrey Hinton y Elon Musk han advertido sobre cómo la IA puede destruir nuestra civilización.
Dada la magnitud del peligro, la IA debería ser un tema de interés para todos los seres humanos. Aunque no todos podemos ser expertos en ella, sí debemos tener presente que es la primera tecnología de la historia que puede tomar decisiones y generar nuevas ideas por sí mismo.
Para evitar los temores, es necesario conocer qué es la IA, cómo la puede dominar y reglar el ser humano. Las fallas técnicas se combaten aprendiendo y con regulaciones estrictas para evitar el abuso aupado por quienes manejan la cantidad de información a gran escala.
Urge una legislación urgente con determinantes de responsabilidad, que eleve los componentes éticos a una ciudadanía ignorante de las posibilidades y alcances de la IA. Señores congresistas, manos a la obra.
Roger Mario Romero