LAS MENTIRAS MÁS HERMOSAS

Tres días tumbada con dolor de cabeza llevaba “La Güelita” (así le decíamos todos sus nietos y al final todos los Peñeros). “Ay chicha, calentáme una hoja de lirio y la empabonai de Vick-Vaporub, pa’ ponemela en la frente.  Me he echa’o chirrinchi con brusco, me he baña’o con hoja de matarratón, he toma’o Conmel y Aspirina y este dolor no se me alivia.  Yo sé que eso fue el polvo que encontré en la puerta, antier, cuando barrí”, me dijo, cuando fui a darme cuenta como había amanecido, por solicitud de mi mamá.

Mi abuela era propensa a pensar que le estaban haciendo brujería. Los peñeros lo sabían, así que algunos vagos dejaban ceniza, arena de la orilla del río, ajos o pajaritos, sapos e insectos muertos, o simplemente un puñado de arena del frente de su casa, en la puerta. El día que a algún vago se le ocurría dejarle algo en la puerta, ella se enfermaba y no había medicina que la sanara, pues en su mente, ese era un asunto que debía resolver su brujo de confianza; pasó por Manuel María en Guayacanal, “Chilo” en La Junta y finalmente Miguel Ángel en la finca Bogotá en El Totumo.

Ese día cuando volví del fogón a ponerle las hojas de lirio en la cabeza, se estaba quitando la bata con la que durmió y la metió en una bolsa. “Sinforiano, levantáte, andá donde Miguel Ángel, llevále esta levantadora, que la vea y la rece, que este dolor de cabeza es pa’ matame”, le dijo al “Baute”, que estaba acostado en su hamaca. “Te vai a volvé loca, todo lo tuyo es brujería, eso debe se un daño, tu comei mucho puerco (cerdo), debei de purgate” le respondió su hijo, que nunca se fue de casa, su compañía hasta la muerte.

No obstante, “Baute”se alistó y salió a hacer la diligencia, al llegar a San Juan se sentó en la tienda de Federico a esperar que pasara un carro para El Totumo. Allí encontró unos amigos que le brindaron un trago de churro, cosa que él no desprecia, así vinieron un trago, dos tragos, tres tragos, cuando pasó un carro para El Totumo ya “Baute” estaba prendío, prefirió seguir bebiendo, tomó un trago en la boca, se lo esparció a la bata de “La Güelita” y borracho regresó a La Peña. “Tomá, Miguel Ángel que te la pongai al revé y que no te la quitei hasta mañana”; a la media hora ya “La Güelita” estaba barriendo patio y matando una gallina para comérsela con su compañerito, cómo le decía al “Baute”

El “Baute” es reconocido por echar las mentiras más hermosas. En honor a la verdad, el lo que tiene es una mente demasiado creativa.  Está hablando normal de un tema y se le sale una barbaridad. Por ejemplo, esta mañana lo llamé para que me confirmara un dato para esta crónica y me saluda: “Ay, mi perra sunga. ¿Cómo estai?, Tenías días de no llamáme, pero el cariño tuyo vale más que un puña’o de oro”.  Lo saludé y le comenté que “Yao” (otro personaje de La Peña) estaba en la clínica con Covid y me dice: “¿Qué Yao? ¿El ojo e’ puerco?” “El mismo, peñero igual que tú y que yo”, le dije. “No. El nació en La Sierrita.   Mirá, yo no sabía que las gallinas viajaban caminando, como las vacas.  Cuando José Gutiérrez y Rafaela Mejía (padres de Laureano Moisés, “Yao”) se vinieron de La Sierrita a viví a La Peña, traían su poco de gallina, como gana’o.   Caminaron to’o el día y to’a la noche sin descansá.  José y Rafaela le iban echando maíz y “Yao” recogía los huevos que iban poniendo en to’el camino”, me comentó natural, como si no estuviera diciendo una mentira. “Caramba Baute y a ti quien te dijo eso?” “No vai a cree que es mentira, eso me lo dijo el Viejo Aníbal y el mismo José Gutiérrez que en paz descansen”.   Yo solté la carcajada y me dijo en tono enojado “Vea, no lo tome por mentira, cuando yo le diga algo créalo, que se lo dice un hombre de temple y de peso en la región” “No.  Yo le creo mi tío, usted jamás ha dicho una mentira”.

Me hizo varios cobros de regalos pendientes y me soltó está perla: “tu verei si me creei, pero esto fue verdad, allá en la finca de Augusto Elías, se me perdió una gallina mampolona que me ponía los huevos con dos yemas, la buscamos varios días y nada, un día se me soltó un burro y buscando el burro hallé la gallina, estaba clueca, y se había echa’o con 12 huevos.  La dejé ahí, pero yo le daba vuelta, un día la vi dónde venía con veinticuatro pollitos, y vai a creé que los pollitos venían pegaos de las alitas, de dos en dos, me tocó cortalos y separarlos, pero crecieron bien, unos pollones grandes, casi to’itos se los comió Augusto Elías, podei pregúntale, pa’ que viai” Obviamente le solté la risa y le dije que iba a llamar a Augusto Elías. “Vite, esas son las vainas, a mí me emputa que no me crean, ya me hicite cogé rabia, cambio y fuera. Voy a atendé un abogado que me anda buscando aquí. Tu te muere, china osca”.  Su acostumbrado saludo de despedida, no me dejó preguntar lo que quería.

Dos cosas le querían preguntar, así que al rato lo llame de nuevo.  ““Baute”, ¿Quién le puso a Duvis La “Linda Toche”?” Su primera respuesta fue esquiva: “Yo no sé. Tu ¿pa que queréi sabe eso?… Eso fue Tía Cháve que lo sacó de un almanaque Brístol”.    Solté la risa y el hizo lo mismo, con esa risa que las letras no describen, pero que los que lo conocemos sabemos que va seguida de una mentira. Volví a preguntar y me dijo, “Yo le decía mi pajarita, mi linda, mi Toche, y tía Josefa un día que estaba visitando a mi mamá, me oyó, y me preguntó ¿Cómo le dijiste, Linda Toche? Y así se quedó”.

Además del nombre de La “Linda Toche”, quería saber sobre los nombres y apellidos mi tío.  Su nombre es Sinforiano de Jesús Martínez Mendoza, pero todos lo conocen como el “Baute”, también se ha hecho llamar: “Gavilán Mayor” “Afistolado”, “Fistola”, “Llanta Guajira”, entre otros.  El asunto es que, de hace unos años para acá, exige que le llamen Carlos Orozco Mendoza; le ofende que le digan su nombre.

Le pregunté de dónde viene ese apellido Orozco y créanme que esta historia es primera vez que la escucho, estoy casi segura que se le ocurrió en ese instante “Lo que pasa es que Natalio Orozco o “Papa Talo”, como le decían al bisabuelo de mi papá, se casó con Rosa Elvira, pero mato a uno con la espada La Cruz de Mayo, que la tenía mi mamá detrás de la puerta, ¿te acordai?; yo se la regalé a Vicky y la decoró bonita, allá la tiene en su casa… (En la historia familiar esa espada era de Ramón Florian Nelson Mendoza Mendoza, mi bisabuelo, pero supongo que estaba tejiendo el resto del relato, que resultó más espectacular).  … Bueno, “Papá Talo” salió huyendo pa’ donde su familia en Zambrano.  Mientras estuvo allí, convivió con Ursulina Martínez, una zamba basta, ordinaria, ve los que conocieron a esa mujer, dicen que pateaba descalza los pichiuey (pichiwel) y no sé incaba, las espinas se doblaban con los pies de ella” “Aja “Baute” ¿y el apellido?”  “Nada, “Papá Talo” tuvo tres hijos con Ursulina, pero tú sabei que antes, los hijos que no eran con la esposa, no le daban el apellido, los hijos de Ursulina quedaron Martínez en vez de Orozco; pero yo hice la vuelta con el finado Joaco, me cambié el nombre y el apellido”.” Baute”, pero el mes pasado te pedí una cita médica y tu cédula dice Sinforiano De Jesús Martínez Mendoza”.  Afirmé.  “A no, es que cuando yo me afilié a la EPS, llevé la cédula vieja”. No conozco una mente tan veloz, en verdad es un prodigio.

En los últimos años, desde que murió La Güelita, se vino a vivir a San Juan, pero el toma los alimentos en la casa, después de cada comida empieza la piquería, a ver quién echa la mentira más grande y me ha vuelto a mi papá embustero. “Cuando el empieza a echarme una mentira yo comienzo a estudia otra buscando hacele una más grande pa’ fregalo, pero que va, eso se acelera a echa mentira que no hay quien lo aguante. Así tiene a Jesualdo (esposo de Vicky, mi hermana) él sabe a las horas que nos encuentra aqui y cuándo cree que tiene una mentira grande llega, pero que va, eso como que lo anima y empieza a echa mentira en ráfaga… Del valle lo llama Jairo, el nieto de tía Josefa, a echale mentira pa’ cuquialo y se va fajando pue… a ese no hay quien le gané… y ahora ha cogi’o que echa la mentira y dice ¿Verda Juancho? Pa’que yo le apoye, como me le embolato, me dice:  uy a ti to’o te hiede, vivíi es amarga’o”; me contaba mi papá, riéndose.   “Llamalo, decile que te eche el cuento de los ratoncitos ladrones de huevo, el de la tienda dónde venden medio huevo, el de los pesca’os eléctricos, el de los antojo de comadre Alcira…  Llámalo que el cada día tiene un invento nuevo”, me sugirió insistente.

Queda mucho por contar, pero se haría muy extenso creo que tendremos segunda parte, si ustedes lo piden.

NORALMA PERALTA

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