Mi amigo Mauricio Pablo Gómez Angarita, presidente de “La República Vallenata”, me ha metido en un pequeño problema: Me ha pedido que le explique a la comunidad multicultural de Miami la cosmovisión que encierra el concepto de “vallenatología”, entendida ésta como el tratado del Vallenato. Precisamente ese fue el título que decidió ponerle “La Cacica” Consuelo Araujo Noguera a un libro que escribió hace más de 50 años, el cual es considerado la génesis de ese concepto. Entonces vamos a intentar, en un par de cuartillas, resumir la explicación de esta expresión musical.
Comencemos por decir que la MUSICA VALLENATA es la cédula musical de Colombia ante el mundo. Y la principal ventaja es que esa identidad nacional no está en competencia con ningún otro país. Lo que no sucede con la arepa, que se la disputan Colombia y Venezuela. O con el cebiche, cuya paternidad dirimen Ecuador y Perú. O con el pisco, cuyo origen se disputan chilenos y peruanos. También en el campo de la música, aunque hay sellos característicos, las fronteras pueden estar algo difusas. Cuba, por ejemplo, es la patria musical del bolero, del son y del guaguancó. Puerto Rico abandera la música salsa y Republica Dominicana es líder en merengue y bachata. En Colombia florecen ritmos por doquier, habida cuenta de su miscelánea geografía. Y esos ritmos identifican marcadamente a algunas regiones. Por ejemplo, Barranquilla y Cali son cunas salseras de prestigio y tradición. Medellín ha sido terreno fértil para el tango y la música de despecho, la zona andina para el bambuco y el pasillo y los llanos orientales para los ritmos derivados del arpa, que le aportan libertad al canto de ese paisaje ilimitado que se torna más hermoso con el ulular de los céfiros que tanto inspiran a sus centauros. Y aunque Colombia tiene casi tantas identidades musicales, como regiones, solamente la MUSICA VALLENATA, por ostentar una autenticidad que no compite con ninguna otra nación, ha logrado posicionarse como la impronta musical que le confiere una valiosísima “denominación de origen” que ningún país le puede disputar.
En sus orígenes esta expresión musical fue conocida como Música de Acordeón, por ser éste el instrumento líder de su expresión sonora. Una definición primigenia podría sintetizarse como la expresión musical que brota de la simbiosis de tres culturas, donde cada una está representada por el aporte de un instrumento musical a la fusión resultante: el acordeón europeo, el tambor africano y la guacharaca indígena.
Sin ninguna preparación académica, ni partituras, ni nada parecido, algunos curiosos nativos comenzaron a sacarle sonido a los primeros acordeones que llegaron a Colombia por los puertos del litoral norte. A este instrumento aristocrático fabricado en Europa, se le unieron la modesta guacharaca nativa de la América Indígena y el escandaloso tambor africano, que en la terminología vallenata se le llama “Caja”. Y los primeros practicantes de este plato musical fueron campesinos iletrados que en sus actividades de vaquería entonaban melodías para acompañar sus jornadas. La evolución siguiente dispuso que esas melodías entonadas por campesinos errantes, fueran llevando mensajes de un pueblo a otro a través de los cantos que se propagaban por la región en boca de estos mensajeros que se movilizaban en jumentos, acémilas y similares, al más parecido estilo de los juglares y los clérigos españoles que encarnaron los conocidos Mester de Juglaría y Mester de Clerecía.
El termino VALLENATO se deriva del gentilicio de la ciudad de Valledupar, que actúa como epicentro de la región que le da origen a la mayor cantidad de figuras que durante más de 120 años han conformado el Olimpo Vallenato. Como toda música de prestigio y tradición, el VALLENATO tiene sus Mitos & Leyendas. Francisco Moscote Guerra, más conocido como “Francisco El Hombre” fue un destacado interprete del acordeón nacido en el poblado de Galán, dentro de la comprensión territorial del municipio de Riohacha, quien se batió a duelo con el mismísimo Diablo, a quien venció en una cerrada lucha de versos y acordeón. La Tarima de la Plaza Principal de Valledupar, lleva su nombre. Alli se escenificó el Primer Festival de la Leyenda Vallenata en abril de 1967, una fiesta que se ha convertido en la celebración más importante de Valledupar, ciudad conocida como “La Capital Mundial del Vallenato”. Desde entonces, alli se celebra anualmente una competencia de acordeoneros cuyo vencedor es declarado “Rey Vallenato” por un grupo de jueces competentes y conocedores, quienes interpretan fielmente las directrices de la organización que vela por la autenticidad de esa música que es considerada “Patrimonio Inmaterial de la Humanidad”. Aunque los más famosos intérpretes del Vallenato Comercial le agregan otros instrumentos y toda clase de ayudas tecnológicas, el concurso se mantiene con rígidas y estrictas normas orientadas a la salvaguarda del vallenato tradicional.
El Vallenato, por supuesto, ha evolucionado mucho a lo largo de su ciclo vital. Comenzó siendo una música de campesinos que intentaban alegrar su jornada de trabajo y durante más de un Siglo ha venido incorporando la oralidad de su mensaje en un componente fundamental de su estructura como expresión folclórica de la región caribe colombiana. El acordeonista de antaño era portador de un mensaje burdo que en melodías planas cumplía funciones de mensajero en la geografía de su comarca. Hemos escrito “acordeonista” para identificar al ejecutante del acordeón, tal como lo registra la Real Academia Española de la Lengua. Pero en esta columna nos hemos referido y nos vamos a seguir refiriendo al ejecutante como “acordeonero”, pues la usanza provinciana ha determinado que este es el calificativo que el pueblo prefiere. Durante más de 60 años esa fue la expresión predominante. Un acordeonero ejerciendo como juglar, cual Quijote musical, llevando mensajes diversos de pueblo en pueblo. En la década del 40, en el Siglo XX, se registran las primeras grabaciones musicales y a partir de allí, comienzan a destacarse las primeras figuras. Para la década del 60, la conformación de agrupaciones vallenatas orientadas a brindar espectáculos, van cambiando un poco la percepción que el público tiene de este género musical. Para ese momento, las letras vallenatas comienzan a marcar una diferencia notable, pues esa poesía musical encuentra un nicho importante en el público que aprecia el talento de los compositores que transmiten mensajes en sus cantos.
Aunque todavía en ese momento era considerada por el grueso del público una música de bajo nivel, poco a poco se va abriendo un espacio en las preferencias populares. En la década del 70 comienzan los principales intérpretes a brillar en el firmamento musical de Colombia y el Vallenato escribe sus páginas más gloriosas entre 1975 y 2000. En esos 25 años brillaron las más grandes figuras que hacen parte del Olimpo Vallenato que por siempre reposará en la memoria histórica de este género musical colombiano, esa MUSICA VALLENATA que se vistió de gala en Estocolmo para acompañar a Gabriel García Márquez a recibir el Premio Nobel de Literatura en 1983, cuando alcanzó la cima folclórica y logró tocar el cielo con las manos.
También, en ese mismo momento, la conciencia de sus más grandes cultores comprendió que esa música debería seguir siendo sencilla para poder mantenerse grande.
Orlando Cuello Gámez
Excelente nota sobre parte de la historia y origen de nuestra MUSICA VALLENATA. Se describen en forma sencilla y clara muchos tópicos sobre el nombre que le colocaron a esa expresión folclórica. Destaco, además, que el autor no acude al «regionalismo» que muchos le meten a este tema, olvidando, entre otras cosas, que para la época, éramos de la misma región. Un abrazo amigo Orlando.
Gracias, apreciado Crispín. Un abrazo 🤗
Un artículo escrito por un verdadero conocedor del tema que en pocas frases resume sin ninguna pretensión regionalista la historia evolutiva de nuestra más insigne y vernácula expresión folklórica.
El nobel de Garcia Marquez, cuando la delegación vallenata lo acompaño a Estocolmo fue en 1982. (Poncho, Emilianito, Pablo Lopez, Pedro Garcia, Escalona y Consuelo entre otros).