TODO RÍO ES UNA PROMESA

Se secan gradualmente los embalses. Disminuyen sus caudales los ríos y el fantasma del racionamiento se cierne sobre el país. La propia capital de la república empieza a racionar el suministro de agua. Esta situación es permanente y cotidiana en algunos departamentos del Caribe y no tiene nada de extraordinario: cada casa, además de habitaciones, salas y cocina debe contar con su respectiva alberca para el almacenamiento del líquido porque el suministro se realiza durante uno o dos días y lo almacenado debe alcanzarnos para el resto de la semana. El mundo se calienta y el agua escasea.

Aunque un viejo refrán decía “abril aguas mil”, las precipitaciones no han sido suficientes hasta ahora y el pronóstico es incierto. El curso seco de arroyos y ríos nos debe llevar a preguntarnos ¿Qué son los ríos? ¿Qué relación tienen las corrientes hídricas con el territorio?

Los ríos son al mismo tiempo fuentes de abundancia y destrucción, de vida y de muerte. Cuando se intensifica la temporada invernal surgen los deslizamientos y la crecida de las aguas. El invierno nos muestra entonces la otra cara de los ríos: la del desastre. Los ríos tienen un amplio rango de sentidos en una sociedad y pueden estar ligados a su identidad. Hay que correlacionar su construcción cultural y política con su transformación material. Los ríos frontera como el río Bravo reflejan en su curso una álgida interrelación histórica entre naciones disímiles. Otros como el río Congo o el Magdalena fueron caminos acuosos que permitieron la exploración y colonización de un país o de un continente.

Ellos fluyen tanto en los universos mitológicos como en el plano físico. Las saladas aguas del río Cocito se formaban de las lágrimas de los malvados que Plutón enviaba al Tártaro. Ríos como el Flegetón estaban compuestos de fuego. El temible y profundo Aqueronte, era cruzado por las almas de los muertos.

Los cursos de los ríos y sus afluentes son frecuentemente utilizados como corredores naturales estratégicos por los ejércitos en contienda. Ríos como el Amazonas han sido representados alrededor de dos grandes metáforas: el río serpiente y el río camino. En algunos relatos indígenas una serpiente con cuernos marca en el extremo de la época seca el rumbo de las crecientes y por tanto, las potenciales variantes del cauce.

Vale la pena preguntarse si hemos estudiado suficientemente a nuestras corrientes hídricas. Un campo prometedor lo constituye la Historia de ríos que toma la corriente fluvial como criterio de definición espacial y los usos del agua como objeto primordial de investigación. Son estudios de la relación inmediata entre una sociedad y una corriente fluvial pues, aunque esta es un recurso natural su uso es un asunto social que tiene peculiaridades en cada época histórica. Las historias de ríos suelen armarse con aquellos acontecimientos que marcan cambios sustanciales en las formas de aprovechamiento del agua. Los acontecimientos hidráulicos pueden ser, entre otros, la creación de nuevos asentamientos humanos (religiosos, militares, civiles), los procesos de colonización, los conflictos sociales vinculados al control territorial de la cuenca, las iniciativas gubernamentales para construir represas, la decisión de construir un distrito de riego o la competencia en torno a los usos del agua en vista de la expansión urbana.

La gente que vive cerca de los ríos produce los lugares y también es producida por ellos. Las dinámicas geográficas de las corrientes fluviales y sus hitos hidráulicos se hacen inteligibles a través de los relatos históricos, las descripciones, los cantos y los mitos. Con acierto la geógrafa inglesa Doreen Maseey ha definido los lugares como “momentos” particulares de relaciones sociales especializadas y en intersección. Los ríos son memoria: memoria borgiana hecha de tiempo y agua.

Converso con Antonio, un pastor indígena que ha nacido y vivido en las riberas del rio Ranchería, y le pregunto qué es un río. El me responde que todo río es una promesa que constituye la reafirmación de una antigua amistad. Está se da entre dos amigos cuya extensión y cualidades son desiguales. Ambos tienen riquezas, pero uno de ellos, el río, debe visitar el otro: el mar. Si esta visita fuese en sentido contrario las saladas aguas llevarían aridez y destrucción a su paso. En contraste, el río lleva en su curso valiosos obsequios al mar que le nutren y le enriquecen. Así, los ríos pueden constituir también metáforas de una cósmica amistad. ¿Qué es un río? Le pregunto nuevamente y Antonio me responde: «Un río es el adorno y el lujo de un territorio».

Weildler Guerra Curvelo

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