LA INTERVENCIÓN DE CÉSAR GAVIRIA FAVORECE A PETRO

No le queda bien a César Gaviria hablar del valor de la Constitución

No se debe olvidar que según lo afirmó el Ministro de Gaviria, Rudolph Hommes, la Asamblea Constitucional fue solo una distracción para poder pasar las Reformas Económicas que implantarían en Colombia.

Más allá de los cuestionamientos de cómo comenzó con el invento del cuento de la ‘séptima papeleta’ que nunca existió y el falso resultado que nunca se dio; y de cómo terminó en la obra teatral de la firma de un papel en blanco para ser redactada después, el contenido de la misma, de la cual se precia Gaviria, fue la implantación del neoliberalismo en Colombia.

Por eso su responsabilidad en lo que Colombia es hoy -puesto que no es en dos años de Petro que se formó la tragedia que ha vivido y vive Colombia sino en el desarrollo de esa política y más grave aún de esa ideología que ha prevalecido a lo largo de los últimos treinta años. Igual que ya nadie en el mundo reivindica la bondad del neoliberalismo y que se reconoce como un fracaso aún por sus promotores, Gaviria es el expresidente que por eso -exceptuando a Duque y Andrés Pastrana que se destacan es por su incapacidad como gobernantes- es el expresidente

con más imagen negativa…

Y no solo por el recuerdo del apagón que nos dejó durante un año y medio a oscuras. Porque  adicionado a esto fue él quien abrió las puertas al paramilitarismo al crear las ‘cooperativas de seguridad privada’ después llamadas ‘convivir’; quien al bombardear al Secretariado de las Farc el día de las elecciones para lo que iba ser la Constitución de la Paz y el interrumpir en esa forma los diálogos que se adelantaban, no dejó opción diferente que la continuación del enfrentamiento; quien negoció con Pablo Escobar su ‘entrega’ dándole el privilegio de montar el mismo su ‘catedral’ y llevar a sus secuaces para como era de conocimiento de todo el mundo pudiera seguir impunemente su actividad; y quien permitió que escapara para que en guerra abierta contra el Estado sometiera al país a la peor época de terrorismo que se ha vivido.

Ni le sienta hablar de abuso del cargo para beneficiarse del poder cuando puso su gobierno al servicio personal para llegar a Secretario General de la OEA (donde por lo demás pasó sin pena ni gloria, ni beneficio para Colombia)

Pero eso no es nada comparado con su manejo en relación al Partido Liberal. Si su desprestigio ante la nación es justificado, ante la colectividad que supuestamente ‘dirige’ ni se diga.

A comenzar por haber desvirtuado su identidad al distanciarse radicalmente de su tradición convirtiéndolo en el bastión de la derecha (no abrevándose en las canteras de la socialdemocracia; ni como una coalición de matices de izquierda; ni como el vocero de las minorías). Tanto que todos los potenciales dirigentes se retiraron creando el universo de pequeños partidos con los cuales creció la anarquía del sistema político colombiano.

Y en cuanto a aferrarse al poder, ha sido ‘propietario’ y usurpador de la franquicia del Partido Liberal turnándose la dirección con su hijo desde hace 20 años mediante maniobras, no solo desconociendo y torciendo el espíritu y el texto de la Ley, sino como el máximo exponente de la manipulación en la politiquería al imponer una estructura dictatorial a esa colectividad.

Por ‘resolución’ de su ejercicio como director solo pueden ser miembros del Partido (por lo tanto elegidos en sus listas) quienes sean reconocidos a partir de la emitida por él; e imponiendo ilegalmente unos estatutos se apoderó del control personal sobre los avales, al haber desposeído a los otros órganos de esa función y ese derecho;  y despojo de la vocería a los sectores participativos (mujeres, pensionados, campesinos, jóvenes, campesinos) al quitarle a sus miembros y sus organizaciones la facultad de designar representantes.

Pero todo lo anterior la inmensa mayoría de quienes son y se sienten auténticos liberales se alinean en contra de quien acabó con el partido. No sería nada raro que esa intervención acabe beneficiando a la revolución de Petro.

Juan Manuel López Caballero

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