AFINIDADES ELECTIVAS

El territorio virtual donde habita el hombre moderno lo obliga a asociarse entre iguales, en una especie de compadrazgo ideológico con quienes comparte formas de ser y de pensar. El fin de este tipo de gueto en las redes sociales es, sin lugar a dudas, disfrutar del aislacionismo imaginativo y de la complacencia de una romántica verdad construida, a la mejor usanza del tribalismo puro, por la sonoridad del aplauso de un colectivo homogéneo.

Surgen al interior de los grupos partidistas de una misma opinión el concepto de “afinidad electiva”, acuñado por la alquimia y difundido por el escritor alemán Johann Wolfgang von Goethe en su novela Die Wahlverwandtschaften como un “tipo muy particular de relación dialéctica que se establece entre dos configuraciones sociales o culturales, que no es reducible a la determinación causal directa o a la “influencia” en sentido tradicional” (https://books.openedition.org/ariadnaediciones/1601?lang=es). Se concibe por Michael Lowy (Retención y Utopía), como un movimiento de convergencia, de atracción recíproca, de confluencia activa, de combinación capaz de llegar hasta la fusión.

La aldea ficcional de los grupos de interés distancia al libre pensador, no concede espacio a los disensos y por supuesto, generaliza los pensamientos a partir DE las premisas imperativas de la nueva lógica. Cercena además la posibilidad de conocer al otro, al distinto, al rival signado por la letra escarlata del blasfemo, niega los escenarios de la conversación con la divergencia y se atrinchera en las limitaciones de las posturas para no analizar la problemática del conglomerado social. Los frenesís de rutilantes enfrentamientos en los tinglados de las redes sociales obligan al hombre a seleccionar y a excluir, desde amistades, familiares o simpatías políticas por el prurito canónico de defender una posición en el terreno de la batalla de lo inútil. Esa nueva realidad nos está condenando a sobrevivir bajo el miedo que infunde la complacencia de opinión, del ufanarse por el vitoreo de los discursos convertidos en trinos o mensajes, y sobre todo de saborear a complacencia las migajas del tragar entero. Lo anterior, en detrimento de la libertad plena de opinión y la vergüenza implícita de ser vencido en la discusión del día o lo peor, de ser blanco de las falacias a las que recurren algunos malquerientes contradictores que habitan el microcosmo “contrario u opositor”.  

Por eso, cuando el anonimato y las máscaras de un “username” nos permiten perpetrar golpes a los profanos “distintos”, se cae en el error de hundirnos en el foso de los axiomas que solo sirven para ahogar la racionalidad y frenar la expansión de la inteligencia. Un ahogamiento que castra la evolución humana y conlleva al pecado del unanimismo y la reconstrucción de los imaginarios del primitivismo mudo de la sin razón y el salvajismo.

La invitación expresa para los lideres sociales, políticos y pensadores es gravitar en torno a la discusión de los grandes retos de la sociedad y no alrededor de la elocuencia de los respaldos tácitos a las apreciaciones, erróneas o ciertas, que solamente yacen cimentadas en la militancia política y en el oscurantismo de la terquedad.

 

Arcesio Romero Pérez

Escritor afrocaribeño

Miembro de la organización de base NARP ASOMALAWI

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