AVALES POLITICOS Y CRISIS IDEOLOGICA PARTIDISTA

En Colombia ya nos acostumbramos a todo lo extraño, nada nos sorprende y en materia política mucho menos, sin embargo, hay una verdad que toca reconocer a golpe: SOMOS POLÍTICAMENTE INCOHERENTES.

La reciente sanción del partido Centro Democrático a un Concejal de un municipio caribeño por votar en contra de su compañero de bancada para la presidencia de la corporación, es apenas uno de los tantos ejemplos que a diario conocemos. Estos eventos nos permiten desenmascarar la crisis ideológica que ha llegado con el debilitamiento de la estructura de los partidos. Ese fenómeno de desconexión entre la organización y sus militantes se da especialmente en las regiones por cuenta de varios factores entres los que está la falta de formación política, las injerencias externas (parte de grupos al margen de la ley, narcotráfico, actividades ilegales de minería, contrabando, corrupción) y la feria de avales para aspirar a los cargos de elección popular. Esta última razón será la que abordaremos en el presente escrito.

El aval partidista es un requisito de inscripción de candidatos de un partido o movimiento político con personería jurídica para unas justas electorales. El legislador en su génesis pretendió convertir a esa institución en la máxima salvaguarda para la comunidad de que las personas avaladas guardaran coherencia con la ideología plasmada en los estatutos de las organizaciones políticas; además que sirvieran como filtro de que los aspirantes reunieran las condiciones para desempeñar el cargo y que se encontraran libres de inhabilidades para el ejercicio político. Sin embargo, vemos que ocurre lo contrario.

Muchos de los acogidos por los partidos y/o movimientos son incoherentes con los estatutos de esa organización, no podemos negar que hoy día se pasean por el territorio nacional conservadores ondeando banderas progresistas; Liberales defendiendo las normas contra el aborto; Socialistas siendo representados por camaradas capitalistas y partidos ambientalistas promoviendo el fracking. Del mismo modo se encuentra que no tienen idoneidad y experiencia en ejercicios públicos, aunado a que al momento de la inscripción cuentan con una o más inhabilidades o investigaciones en diferentes entes de control o penales. Nada más rimbombante y antagónico.

El origen de esa recocha es la repartición de avales. En la practica la asignación de estos se da por dos razones básicas; una es lograr el reconocimiento de la personería jurídica de un nuevo partido o movimiento por la Organización Electoral y la otra es para mantenerla de los que al momento del ejercicio electoral cuentan con ella. ¿Cómo así? Resulta que el Estatuto Básico que los rige reconoce y otorga la personería jurídica a quien pruebe su existencia con no menos de cincuenta mil firmas o con la obtención en la elección de por lo menos la misma cantidad de votos o de representación en el Congreso de la República, por un lado; o la pierden cuando en una elección no obtengan a través de sus candidatos por lo menos 50.000 votos o no alcancen, o mantengan, representación en el Congreso, así de simple.

El decaimiento del concepto romántico de la ideología política se ha perdido, esa idea de que los partidos fungían como representantes de sectores de la sociedad para identificar los problemas, encontrar soluciones, articular los intereses que representan a su sector con otros y canalizarlas a través de las aspiraciones de sus militantes, desapareció. Se sustituyó el concepto de partido político con doctrina, propuestas, organización y principios por espontáneas maquinarias que incorporan a desconocidos en proximidades de una campaña mediante un “acuerdo programático” sencillo, el solicitante a aval ofrece burocracia y la financiación para la campaña, a su vez el partido le facilita su personería jurídica y nombre.

Los promovedores de la séptima papeleta acusaban al bipartidismo de la crisis ideológica y representativa en la política de nuestro país, sin embargo, paradójicamente la historia ha demostrado que la ampliación a más partidos y movimientos después de la constitución de 1991 acrecentó los problemas e incluyó la potencialización de estrategias como la instrumentalización de los derechos y el odio de clases (no es que no existiera, es que ahora es un discurso más evidente y de frente) dejando a un lado la tarea esencial de las organizaciones políticas para obtener democráticamente un apoyo que permita constituir un gobierno que las traduzca las necesidades en políticas públicas. Se crearon comercializadoras de avales como emprendimientos políticos.

En recientes estudios se identifican en el mapa administrativo de Colombia que las regiones más golpeadas por la corrupción son las más propensas a legitimar los atentados a las ideologías políticas y al bien común levantados emperadores que se pretenden imponer por encima de las instituciones moviendo sus fichas como ajedrecistas de un partido o movimiento a otro degradando la majestuosidad que deberían tener las organizaciones políticas. En ese sentido se le admiten sus conductas como lo normal en política. Esa sagacidad que se les reconoce para moverse entre líneas ideológicas se ha convertido en un valor distinguido a estos personajes por todos los miembros de la sociedad, justificando consecuentemente la desconexión entre los valores y los resultados prácticos de la política.

La crisis ideológica de los partidos en mi concepto se da a consecuencia de la insensatez y poca rigurosidad que los partidos y movimientos políticos tienen al momento de la concesión de avales, haciéndose los de la vista gorda en temas de idoneidad, probidad y demás requisitos de ley, con el malévolo interés de beneficiarse de los votos que pueda conseguir el reciente militante para garantizar se les otorgue o se les mantenga la personería como lo anoté en párrafos precedentes. Es obvio la búsqueda enceguecida de poder ya sea ejercido legalmente o detentado debemos entenderlo como la expresión más alta de la ambición y la voluntad humana como decía Gabo.

La romería de candidatos para las próximas elecciones legislativas es impresionante, se notan personas que pretenden ingresar a las corporaciones públicas, en representación de intereses no siempre claros o a legitimar estructuras que han adoctrinado discursos de odios de clases para justificar su enriquecimiento y poder en algunas regiones, a fin de señalar a posteriori una persecución política orquestada. Nada más obvio y una opción desesperada de personajes que parecen extraídos del realismo mágico de Macondo.

Bacano sería que, para esta nueva oportunidad, los partidos y movimientos revisaran con mayor rigurosidad las solicitudes de los aspirantes para conceder los avales. Los directivos partidistas para garantizar los fines esenciales del estado desde su competencia aportarían juiciosos análisis a las hojas de vida a fin de evitar sorpresas futuras para las organizaciones y atentados a la democracia. Mientras tanto yo sigo leyendo, a este candidato que se me parece a varios que andan por ahí:

 —Estamos aquí para derrotar a la naturaleza —empezó, contra todas sus convicciones—. Ya no seremos más los expósitos de la patria, los huérfanos de Dios en el reino de la sed y la intemperie, los exilados en nuestra propia tierra. Seremos otros, señoras señores, seremos grandes y felices.         

Eran las fórmulas de su circo. Mientras hablaba, sus ayudantes echaban al aire puñados de pajaritos de papel, y los falsos animales cobraban vida, revoloteaban sobre la tribuna de tablas y se iban por el mar. Al mismo tiempo, otros sacaban de los furgones unos árboles de teatro con hojas de fieltro y los sembraban a espaldas de la multitud en el suelo de salitre. Por último, armaron una fachada de cartón con casas fingidas de ladrillos rojos y ventanas de y taparon con ella los ranchos miserables de la vida real. Gabriel García Márquez. Muerte constante más allá del amor (1970).

 

Adaulfo Manjarrés Mejía

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