EL PODER ES AROMATICO Y MELOSO, PERO…

En la historia de la humanidad los grandes conflictos entre estados-nación y naciones siempre fueron por el poder; y siempre llevaron implícito someter, apabullar e imponer y usufructo.

Bien nos enseñaron en el colegio porque se dieron las guerras Púnicas. Fue un conflicto antes de Cristo porque los romanos buscaban la dominación de pueblos y naciones y usufructuar de territorios, de bondades de las condiciones de terrenos y sus condiciones climatológicas para producir y garantizar su manutención; de costas y mares para sus desplazamientos de conquistas, dominios y sometimientos de pueblos. Eso fue por puro poder. Lucha por el poder. Se imponían los romanos por su poder militar, económico y estratégico. En resumen, guerras por el poder y por dominios. Les atraía el poder.

Las guerras del Peloponeso, entre Atenas y Esparta, fue otra guerra de lucha por el poder y así poder dominar a Grecia. Fue una guerra donde también se impuso el poder: el naval y el económico de los espartanos. Ambos pueblos eran de naturaleza guerrera y en resumen, deseaban dominarse el uno al otro y dominar el territorio e imponer su acervo cultural, su poderío económico y expansivista y adueñarse del poder político. Les olía bien el poder.

La primera guerra mundial, la denominada Gran Guerra por su devastación, su alta mortalidad y destrucción. Se dio por la lucha por el poder de unas alianzas formadas en Europa para proteger su poder expansivista y los territorios conquistados en otras latitudes lejanas de su territorio original. La Alianza Entente conformada por Gran Bretaña, Francia y Rusia, y la Triple Alianza conformada por Alemania, Imperio austrohúngaro e Italia. En resumen, se aliaron para unos quitarles el poder a los otros y protegerse entre si para que cada uno expandiera su poder en el mundo. Se unieron con un fin bélico y destructor con un único propósito, como en las otras guerras: para dominar hay que acabar el otro. Los envileció el aroma de poder.

Todas estas referencias de conflictos bélicos y guerreristas trasladadas a tiempo presente y más exactamente a nuestro territorio guajiro, asimilándolo a la actividad política y electoral, tiene muchos elementos diferenciadores, pero nos une el elemento más discriminatorio: destruir al que no esté contigo como sea, así sea “vendiéndole el alma al diablo” con tal que se pueda imponer un grupo sobre otros y dominarlo o acabarlo. Para eso usan el poder. La perversidad del poder político, el mercantilismo de la burocracia, el poder económico obténgase como se obtenga el dinero. Por esto es que el dulce aroma del poder se convierte en el tufo fétido de la desgracia cuando la tónica es someter y acabar con el que sea y con lo que sea para reinar. Y en la evidencia de estas prácticas para imponer poder político, conquistar poder gubernamental con poder económico, hacen lo que sea desde comprarle la dignidad a la gente hasta tomar el hambre de las familias y las necesidades de líderes para humillarlos (aun cuando muchos crean que no es así, sino que lo ven como ayuda) y someterlos con el poder económico para posicionar poder político, y negociar para alcanzar el poder electoral.

Cuando esto sucede, “los poderes” imponiéndose, muchas personas incluidos líderes políticos, sociales, cívicos, comunales y algunos que tienen o ejercen poder de “negociación” en nombre de sus familias, se acercan a los “dueños de esos poderes”, económico y de gobierno, como mosca a la miel, es decir, se acercan o revolotean para que les permitan pegarse “a la miel de esos poderes”.

Pero resulta que los chocolates hoy no todos son dulces, sino que los hay también de sal, picantes, ácidos y amargos, entonces, …los dueños del poder para comprar voluntades e imponer sus gustos y sus decisiones primero te dan a probar el dulce sabor del poder (dinero) para que caigas y trabajes por sus causas aun cuando no sean las tuyas, te ilusiones y al ganar el poder como sea, incluso con la poca dignidad que te han dejado o con la indignidad que te tejieron, y luego cuando ellos tienen el almíbar del poder, ahí te embadurnan los labios con “el amargo o ácido sabor del chocolate del desprecio, del desconocimiento y la vergüenza de la discriminación”, y en tu cara comparten con los miembros del primer círculo, -ese círculo al que nunca llegaras porque fuiste comprado o está pago tu voto, o sobornado tu esfuerzo- lo dulce y sabroso del poder. Ahí es entonces cuando comienzan tus acidas reflexiones y crueles arrepentimientos, porque al manchar tu imagen y tu reputación por vender “tu liderazgo”, jamás quitaras de tu conciencia el estigma indigno de que: “mi pensamiento y mi convicción ideológica, política y electoral fue negociada y por lo tanto solo tengo derecho a lamentar y a esperar otros dos o cuatro años para volver a recibir otra platica”. ¡Esto será así nuevamente si no tomas conciencia!

PARRÁFO DIRECTO AL CORAZÓN DEL CIUDADANO DESPUES DE PASAR POR SU CONCIENCIA:

Ciudadano: pueda que te suene “de cajón” este estribillo que te recuerdo: ¡cambiemos las costumbres políticas! …pero yo pienso que más que cambiar es retomar los dictámenes de la conciencia sincera y mártir del que es honesto y redentor ante la arremetida indigna y sin corazón del que cree que con la plata se puede imponer siempre.

No vendas tu conciencia y no hipoteques tu decisión. Apoya y vota por tu convicción. No todo lo que brilla es oro. En nuestro territorio: a Villanueva tiene que llegarle la reivindicación. Simbólicamente lo represento así: sin disparar un tiro y sin arrodillar a sus ciudadanos como al que van a ajusticiar injustamente, sino adoptando lo que habíamos sido: un pueblo digno y correcto, de pundonor, erguido ante las adversidades, pero que el poder corrupto del dinero nos cambió muchas de nuestras buenas costumbres. Aclaro: no todos somos así presa de la glotonería que produce el dinero. Quedamos quienes tenemos la frente en alto aun, y somos mástiles de la anti-corrupción.

Por todo lo que nos ha cambiado, desde las buenas costumbres cívicas, políticas y de relacionamiento entre paisanos: ¡A Villanueva hay que salvarlo!

Rodrigo Daza Cárdenas

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