LOS DISCURSOS DEL ODIO

No es aceptable ni concebible, en una sociedad democrática, mayoritariamente respetuosa de la ley, de las buenas prácticas y de los usos sociales convencionales; en un país que se ha erigido en la historia latinoamericana, como la organización estatal de mayor arraigo e historia en la conservación y el respeto al Estado de derecho, que su presidente, primero de ideología comunista progresista de izquierda radical, que ha llegado a ser elegido como tal, de conformidad con las reglas del derecho y de la democracia representativa, cada vez que tiene un extraño trance verborreico despectivo, ante un indefenso auditorio escogido para soportar tales diatribas insultantes, se exprese de la siguiente manera:

“¿Con el FUERA PETRO no están reproduciendo el mismo mensaje que lanzaron cuando mataron cinco mil militantes de la Unión Patriótica? Son los asesinos los mismos que gritan FUERA PETRO; porque es que no se pueden aguantar que alguien con café de leche en la piel y que no es de sus familias, y que no le interesa ser de sus familias, ni conquistarse una esposa de sus familias, ni meterse a sus clubes ni comprar sus acciones que les ha exigido hablar de tú a tú y mirando a los ojos y de frente; y no con la puñalada trapera a que estaban acostumbrados…”

Esta catilinaria llena de odio, amenazas y calificativos incongruentes, que viene después de otros disparates galácticos, sin coherencia ni sentido, parece propio de un orate estimulado con alguna sustancia psicoactiva que le modula el tono de voz de una manera grotesca, fastidiosa y altisonante, propio de un paroxismo esquizotípico.

El presidente Gustavo Petro es el jefe de Estado, el jefe de gobierno y el supremo comandante de las Fuerzas Militares. Ello, es totalmente incompatible con el comportamiento disoluto, insultante y visceral a que nos tiene ya “acostumbrados” a los ciudadanos de este país, porque lo ocurrido hace unos ocho días atrás no ha sido la primera vez que señala con saña biliar a diferentes sectores y actores de la vida nacional.

Señalar a la oposición que no cohonesta con su pésimo gobierno de asesinos y ricos, que mal contada asciende al 70% de todos los colombianos, denota una gravísima desconexión con la realidad social de la nación y construye un verdadero peligro contra la opinión adversa, la libre expresión constitucional que puede desembocar en un delito de opinión.

En otros escenarios ha calificado a los empresarios y a los gremios de esclavistas, ladrones o narco corruptos, tirando la acostumbrada cortina distractora de humo ante tanta corrupción y delitos domésticos que esta administración produce sin tregua día a día; desde los escándalos de la familia presidencial, sus colegas de partido, los ministros y todo el poder ejecutivo; que además de mediocres, activistas e improvisadores, es el STAFF gerencial más ineficiente de los últimos 105 años, antes de la pérdida del istmo de Panamá.

¿Se olvida el presidente que fueron sus colegas, amigos y aliados del M-19 los verdaderos terroristas, asesinos y enemigos del orden constitucional en este país?

¿Se olvida el presidente que él estuvo encartado penalmente por pertenecer a un grupo terrorista y por porte ilegal de armas, condenado en la Cárcel Modelo de Bogotá por 16 meses?

¿Qué querrá lograr el presidente con discriminar por el color de piel o la condición económica? ¿Se olvida que es él, precisamente, quien amasa una fortuna gigantesca, derrocha a diario recursos públicos; ha vivido del Erario desde hace décadas y difícilmente podrá justificar su patrimonio?  

Mientras este hecho vergonzoso ocurría, prohíbe exportar carbón a Israel por motivos ideológicos cercenando de regalías a los departamentos de la Guajira y el Cesar, en el orden de los 100 mil millones de pesos y pone en riesgo inminente a 130 mil empleos. ¡Impresentable capricho ciego y torpe!

Me parece estar oyendo a aquellos comunistas marxista – leninistas de los años 60 y 70 del pasado siglo, estigmatizando y dividiendo a la sociedad colombiana; generando violencia y odio hacia personas y sectores de la producción; alimentando la brecha “de clases sociales” que solo nos ha generado atrasos, resentimientos, venganza y pobreza. A esas pretéritas épocas nos lleva este gobierno que pretende, absurdamente, llamar a la unidad nacional y a la reactivación económica.

No más discursos de odio; ¡más políticas públicas propositivas, resultados, coherencia y respeto!

 

Luis Eduardo Brochet Pineda

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