UN OCULTO AJEDREZ

Los hechos sucedidos en Tierralta, Córdoba, son en extremo graves y alarmantes. Las imágenes de miembros del Ejército Nacional amenazando con armas a la población civil en nombre de las disidencias de las Farc generan variadas e inquietantes preguntas. ¿Cuál era el propósito de dicha acción? ¿Se trataba solo de intimidar a unos humildes campesinos en una región que fue un bastión de los grupos paramilitares y en donde hoy opera el Clan del Golfo? ¿Qué sentido tendría esta acción puntual ocurrida en una aldea remota del Caribe? ¿Cuál sería el mensaje subyacente? ¿Se trata tan solo de la actuación arbitraria y aislada de un oficial al mando de un puñado de soldados? ¿O nos encontramos ante un conjunto de acciones articuladas que se extendería por todo el país para dar una sensación de desgobierno y de zozobra generalizada?

Por donde se le mire hay motivos de alarma. Si esto corresponde a la actuación de un oficial formado en una escuela militar en donde se les inculca respeto por los derechos humanos ha sido estéril ese esfuerzo pedagógico. Nos encontraríamos al borde de repetir los tristemente famosos tiempos de los falsos positivos. La traumática experiencia de miles de ejecuciones extrajudiciales que tuvieron un carácter sistemático habría sido en vano. Si este es el tipo de oficiales que formamos, no hemos aprendido la dolorosa lección de nuestra historia reciente.  Colombia estaría marchando en un insalvable circulo de violencia e inhumanidad.

Si estas tropas actuaron siguiendo órdenes superiores, el asunto es más grave aún y es una alerta contra la democracia misma. La ciudadanía comenzaría a hacer lecturas más suspicaces de otros videos recientes en los que se muestran miembros de grupos irregulares portando armas por las calles con total impunidad. Su mera presencia intimida a la población civil y extiende una sensación de ausencia de control del Estado sobre gran parte del territorio nacional. Muchos colombianos se preguntarían si quienes allí aparecen son realmente miembros de las disidencias de las Farc o de otras agrupaciones armadas. Es probable que lo sean, pero los hechos de Tierralta siembran dudas persistentes y perturbadoras sobre lo que pasa realmente en el país.

Aclarar lo sucedido es de suma importancia para la vigencia de las instituciones en Colombia y para la imagen del Ejército Nacional. No faltan en los partidos políticos figuras recalcitrantes que quieren involucrar a algunos sectores de las Fuerzas Armadas en el juego de la oposición. Ello constituye una descomunal irresponsabilidad. Estas acciones van contra la democracia misma.

Lo sucedido después hace más creciente la alarma al conocerse que el helicóptero en el que viajaba la comisión encargada de investigar los hechos fue atacado y sus vidas estuvieron en riesgo. ¿Qué conjunto de intereses velados tiene tal conciencia de su poder que se atreve a tanto? Estos hechos parecen movimientos de un oculto ajedrez.  El misterio que cubre estos sucesos evoca los últimos versos del poema de Borges sobre este antiguo y complejo juego: “Dios mueve al jugador, y éste, la pieza. ¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza de polvo y tiempo y sueño y agonía?”.

Weildler Guerra Curvelo

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