TENGO OBSESIÓN POR SEGUIR SIRVIENDO, PERO NO FIJACIÓN PARA SERVIRME A MI MISMO

Cuando se crece en un ambiente de servicio a los demás, se acostumbra uno a mirar primero a los demás y a la necesidad de los demás, y a buscar caminos para que los demás construyan su felicidad. Y se apasiona uno por el bien común como premisa de convivencia, y se apasiona uno, con sus limitaciones también, por servir para que la desigualdad o la carencia no perdure ni en la familia, ni en el vecindario, ni en la comunidad en general. Todo eso se llama Obsesión por el buen servicio. Es decir, la obsesión por servir es reto positivo y cuando ese servicio se hace de manera social, humanitaria, desprovisto de cálculos de compensaciones, sientes la satisfacción y la emoción de servir porque pudiste apocar o eliminar un factor de desestabilización en una persona y su familia. Aquí, porque aplica si tu sirves generando habilidades, o futuro o medidas para lograr autosuficiencia …cabe mencionar la máxima que dice: “enseña a pescar en vez de dar un pescado”. Cuando es así, sientes que obraste o serviste con dignidad; y sí el apoyo o solución que brindas está basado en tus competencias, en tu formación profesional y en tus antecedentes familiares, también sientes que es una obra apalancada por Dios y que lo puedes dar porque tu familia así te formó y te enseñó.

Pero cuando tus antecedentes y tu presente no son de, ni por vocación de servicios, sino emergentes falsas bienaventuranzas para aprovecharte y, peor aún, si es de la necesidad del otro, eso se llama oportunismo, y su filosofía es: “te doy para que después me des”, y “te sirvo porque necesito que me debas”. Entonces, si no sirves para cumplir con una virtud cristiana o por simple anhelo personal, sino porque tienes hechos pensados, programación de servirte, necesidad de ser visibilizado y ansiedad de obtener poder, se llama Fijación malsana.

Entre los dos vocablos, obsesión y fijación, su calificación marca diferencias que toca explicarlas claramente para que sean entendidas, puesto que, si el falso benefactor asume que hacer un bien es priorizar sus ocultas intenciones, seguirá siendo como “el lobo de caperucita roja”.

Obsesionarse por servir es cumplir un mandamiento cristiano, pero fijarse metas para servirte, haciéndole mal a tu prójimo, se llama maldad, burla y traición.

A lugar esta reflexión porque estamos entrando a una época donde los sentimientos generosos de una persona que aspira a un cargo de elección popular, se trastocan y por eso hacen acciones protervas porque los cunde la fijación malsana del poder y avanzan en sus intenciones sin temor de Dios ni mucho menos de su conciencia y por eso su único empeño es querer asegurar de la manera que sea, perniciosa, falsa, desleal, embaucadora y ostentosa, allegados o potenciales electores, incautos ciudadanos que aun “confían en la gente hasta que le demuestran lo contrario”. Y esos aspirantes hacen todo eso, para sentirse triunfadores.

Esos negros apetitos de quien aspira también dejan una estela de resentimientos, de inconformidad en la gente cuando ponen por encima de los intereses de la comunidad, de las familias y de los ciudadanos nobles del común, …sus propios intereses. Con esas actitudes de malabaristas electoreros que creen que los hacen “dignos”, construyen decepciones para si mismo y para la comunidad.

No sea otra la necesidad de mi reflexión la de que llegue a todos los rincones y ojalá trascienda territorios, para que quienes aspiremos, seamos merecedores de confianza y lealtad popular por lo que hemos sido y no por lo que intentan ser. Que causemos orgullo por lo que somos y por lo que las comunidades reconozcan de uno como servidor.

He ahí la importancia de ser transparente para tener la conciencia tranquila y ojalá que a quienes no se les haya podido servir aun, puedan edificar en sus pensamientos que todo tiene límites, que puede llegar esa oportunidad, y que cuando no se puede no se puede.

Es imposible desconocer que muchos aspirantes tenemos nobles deseos de seguir sirviendo, o de comenzar a servir, otros. No le cabe en la mente a uno que haya aspirantes “que estén como Agustinita, estudiando en su libro para engañar a Juan Manuel”, en este caso, al pueblo y a una gente que cree en la palabra todavía.

Pero también es doloroso reconocer que esa fijación malsana por el poder obnubile mentes y conciencias y sientan la necesidad de llevarse por delante a todo mundo “contá de ganá” y hasta a las sanas costumbres y la dignidad de unos ciudadanos, solo por perfilar su posición de triunfalismo con mentiras, falsas promesas, creando ilusiones y forjando en cada sitio, o en cada líder o familias, futuro y soluciones inciertas, porque “eso no importa, con tal de ganar”. ¡De esos aspirantes, libranos Dios!

Yo particularmente, por antecedentes, por formación de casa, por personalidad y vocación voy a seguir sirviendo con obsesión positiva, con mi acostumbrada seriedad y sin prometer lo imposible, para que se haga realidad lo que el pueblo voluntariamente me va a dar: su respaldo y su reconocimiento para seguirle sirviendo como siempre. Tengo condiciones, tengo experiencia, estoy por encima de las nimiedades y quiero reconstruir el tejido social de mi pueblo con verdad, amistad, progreso y amor entre sus habitantes.

Hermanos villanueveros: ya estuvo bien de tantos desacuerdos improductivos. Nos viene la época de trabajar y construir en Villanueva sobre lo construido y la voy a liderar con amistad, para tejer la cobija de la sana convivencia y que nos arrope a todos por igual y sin distingos.

Rodrigo Daza Cárdenas

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