ENTRENANDO EL ESPÍRITU

Recuerdo que cuando comencé la vida fitness hacía sentadillas únicamente con la barra, aun así me parecía pesada, veía a otras personas colocarle discos y pensaba, “si ellos pueden, algún día yo también podré”; muchas veces me frustré, lloré y me cansé, pero no me rendí, sabía que llegaría el día en que podría levantar un poco más de peso, hoy después de pasar por discos de 2.5, 5 y 10 kilos, levanto 20 kilos por cada lado, algo que años atrás me parecía imposible y claro que voy viendo el resultado del esfuerzo y de la resistencia.

En la vida espiritual pasa igual, quizás lo que hoy vives te parece pesado como aquella barra que levantaba hace un par de años, pero te está entrenando para batallas que seguramente tendrás que enfrentar más adelante; da la pelea, no te rindas, resiste, que con la fe y confianza en Dios te irás haciendo más fuerte y podrás salir victorioso de cada prueba. Que te quede claro, no comienzas una rutina en el gimnasio levantando 40 kilos que puedan lesionarte, comienzas adquiriendo fuerza con 2.5, 5, 10, 15, 20, 30 kilos, hasta que finalmente lo logras, haciendo que tu cuerpo pueda levantar cada cierto tiempo un poco más.

El Salmo 144 dice “Bendito sea el Señor, mi roca, que adiestra mis manos para la guerra, mis dedos para la batalla”; esto quiere decir que lo que estás viviendo no es para destruirte, es para entrenarte y si estás donde estás es porque ya has entrenado antes para soportarlo, solo tienes que resistir.

En Mateo 3:17 (último versículo del capítulo 3), después de que los cielos fueron abiertos, Dios se refiere a Jesús como su hijo amado, en quien tiene complacencia; pero luego, en el primer versículo del capítulo 4, dice que Jesús fue llevado al desierto para ser tentado por el diablo.

Mi querido lector lo que quiero decirte con los versículos anteriores es que sí, somos hijos de Dios, pero eso no nos exonera de pasar por el desierto. Pero Jesús no resistió las tentaciones que vivió en ahí con sus propias fuerzas, ayunó cuarenta días, se alimentó espiritualmente con oración, lo que lo hizo invulnerable a la tentación.

Ora, ayuna, alaba, lee las escrituras, entrena tu espíritu. Empieza como comencé yo con aquellos discos del gimnasio, 5 minutos, 10 minutos, 20 minutos mientras te vas adaptando, permítele a Dios entrenarte para todas tus batallas, estas únicamente podrán derrotarte si no te ejercitas, así los malos tiempos no te tomarán por sorpresa, débil y desnutrido y, mientras los vives, resiste, ora un poco más, ayuna un poco más, lee la biblia un poco más, alaba un poco más, haz el bien un poco más y prepárate para retos mayores, hazte fuerte, que entre más fuerte sea la prueba, más fuerte será tu victoria.

Jennifer Caicedo

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