SANTA RITA DE CASIA Y DE MONGUI… NOSTALGIA DE CERO A SIEMPRE

“Es extraño lo que pasa entre los santos y yo cada uno escribe una carta cada uno pide un favor” Hector Zuleta “Los Santos y yo” 1977

Si nada extraordinario sucede el próximo jueves 22 de mayo se celebrarán una vez más en el pueblo donde al pie del palo de tamarindo que el tornado derribó enterraron mi ombligo un jueves de gloria para La República, es el día de Santa Rita de Casia la Santa agustina de las causas imposibles que nació en Roccaporena (Italia), en 1381, beatificada en 1627 y finalmente elevada a los altares en 1900.

Es el día de Rita “La grande” y “La chiquita” de gran significación y recordaciones para quienes tuvimos la gracia de ser nacidos y criados en ese lugar bendito a donde todos éramos una sola familia, no teníamos servicios públicos de energía ni agua potable pero si un servicio de educación maravilloso, no habían profesores teníamos maestros, ellos sin más ayuda que su mente, la pizarra y las tizas de cal nos formaron con nuestros padres para librar dignamente la batalla por la vida, estudiábamos con lámparas de querosín, el agua la tomábamos directamente del molino al galillo o de los manantiales que  en “La Guayabita” tenían Tía Edita y Tía Zenobia y nadie se enfermaba.

Fresca está en mi memoria la imagen de Eduardo Medina “Babito” mi abuelo analfabeta y  sabio cuando en vísperas del día tan esperado por todos con Aceite “Tres en Uno” y “Brilla metal” limpiaba su Revolver Smith Wesson calibre 38 “De quiebra” y cacha de carey para el momento que la procesión cuando la santa pasara por su casa, saludaba su presencia y le daba gracias por sus buenas cosechas disparando los cinco proyectiles que cabían en su tambor, ese revolver solo salía de su mochila en esa fecha y cada treinta y uno de diciembre a las 12 de la noche para saludar el año nuevo, y como el todos los viejos del pueblo, sacaban su arcabuz, escopeta, pistolas o cualquiera arma disponible para agasajar a la Rita con sus salvas de complacencia y para que Dios estuviera enterado que ese era un día diferente, de complacencias y de reencuentros, era un ritual ineludible en aquel tiempo cuando las “balas perdidas” no mataban a nadie.

Era el 22 de mayo la fecha escogida por  nuestras madres  para hacer la Primera Comunión, no olvido la mía, fue un día que me sentí muy importante no era para menos porque Evaristo mi padre trajo de Bogotá para mí un hermoso “Flu” un vestido entero de color azul, su preferido y de su partido escogido por el para El Nene de la casa en el Almacén Valher a donde compraba el suyo para cada dos de febrero, eso fue una acontecimiento de gran alegría en la casa, yo nunca había visto eso ni en televisión porque no teníamos televisor, yo no conocía eso, la noche anterior casi no dormí no por la primera comunión sino por la emoción y de imaginar que todos los ojos estarían sobre este cuerpecito hermoso, sabía que ya era un muchacho bonito pero me vería mejor.

Cuando al fin amaneció, me arreglaron con todo cuidado y decoro entre mi vieja y Micaela Reinoso su amiga del alma que había llegado de Santa Marta cuando esa ciudad quedaba lejos, ella había venido especialmente para acompañarnos ante ese acontecimiento tan sublime, Mi inolvidable Madrina Olga Ibarra la comadre de confianza y confidente de Mamá llego esa mañana a mi casa con Graciela Cotes una amiga común  quienes mientras me terminaban de cambiar me iban aconsejando como responder al padre, y me explicaron con toda paciencia la importancia del sacramento que recibiría; igual recuerdo que fue mi buena profesora Vilma Gutiérrez Bermúdez quien me preparó para dar el paso, preliminar en mi vida espiritual, fueron días intensos de ejercicios de lecturas, siendo lo más difícil aprenderme el acto de contrición pero lo logré, seguramente sabían esa mujeres que Dios seria desde entonces especialmente generoso con migo hasta hoy que no tengo nada más que pedirle para mí porque de su mano y contra viento y marea todas mis metas existenciales se han cumplido, y soy feliz porque como William Shakespeare aprendí a no esperar nada de nadie, lo que creo que me merezco lo busco, lo lucho,  lo trabajo.

Fue el Padre Celestino quien hacía poco había reemplazado al Padre Pio Fraile de los Hermanos Menores Capuchinos del Vicariato Apostólico de La Guajira quien presidio todos los rituales para que yo ingresara para quedarme pisando duro, y engreído por mi vestimenta a la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, y la verdad tuvo el prelado buena espalda porque ante cada obstáculo, enemistad gratuita, trampa, o zancadilla que he encontrado a mi paso, una mano de procedencia ignota siempre está disponible, una luz cuando todo esta oscuro ilumina mi camino, una voz a donde no escuchaba a nadie si he  escuchado para darme el consejo que necesito y no lo que yo quisiera escuchar, no hay duda es Dios quien me habla, son Papá y Mama desde el cielo que me acompañan, son mis hermanos y nuestros mayores que han partido para siempre  que están pendientes de mi así como yo de ellos, por eso todos están presentes en mi primer pensamiento del día y en el último antes que mis ojos se cierren.

De aquellas fiestas hermosas desafortunadamente queda muy poco porque el legado que recibimos de los viejos le ha quedado grande a las nuevas generaciones, antes todos eran entusiastas alegres y remaban para el mismo lado, ahora tenemos una muchachera violenta e irrespetuosa que en lugar de santificar las fiestas las perratearon con riñas, amenazas, consumo de sustancias prohibidas y vagancia; pero como Mongui tiene dolientes, hemos decidido un grupo muy representativo de sus hijos a tomar el control de la situación, y ya dimos el primer paso, después de veinte años revivimos y de qué manera el Festival del Dulce de Leche que ellos habían acabado, estamos retomando las obras pendientes y vamos por más, porque no permitiremos que un grupo minoritario de NINIS que ji estudian ni trabajan acaben con lo que las generaciones pretéritas construyeron, estamos tomados de las manos para que la fama de nuestros dulces no sea invisibilizada ni por la delincuencia ni por la drogadicción.

Recuerdo que fue para las fiestas patronales de Santa Rita que conocí a Monche Brito en la sala de la casa de bahareque  de Pule Fuente y Enrique Atencio ella era la dueña de “Santa Rita la chiquita” allí había una parranda frente al altar, todos los muchachos fuimos a verlo tocar, yo nunca había visto un acordeonero de carne y hueso, pero él entre cada canción que tocaba echaba unas historias largas, mi abuelo, mi Papá, Papa Crispín, Julio Carrillo “Chocho” Palle Medina, y otros que allí estaban disfrutaban la cosa, pero para nosotros era una vaina aburrida por alguien dijo “Ese viejo ma es lo que habla y se regodea y no toca na” y José Peralta “Suarez” que estaba escuchando dijo “Muchacho cállese, los músicos buenos son así haraganes”. Cuanta falta nos hace esa gente buena, si por aquí estuvieran no hubieran pasado tantas cosas malas. Que viva Santa Rita… ¡Que viva!!!!

Luis Eduardo Acosta Medina

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