“Este es mi canto bullicioso y navideño, como la brisa de verano es mi cantar, que sopla alegre cuando se aleja el invierno yo canto alegre cuando llega navidad”
Gilberto Torres “Brisas Decembrinas”
Por obra y gracia del altísimo nos anuncia el Almanaque Pintoresco de Bristol que está por concluir el mes de diciembre y que nos abraza ya el olor a navidad y con la cercanía de esa fiesta grande que este año tendrá la gracia que además de recordar el nacimiento del Niño Dios también nos estremecerá a todos de alegría la resurrección del Festival más dulce del país, el “FESTIVAL DEL DULCE DE LECHE” durante los días 13, 14, y 15 de diciembre en mongui el pueblo donde enterraron mi ombligo a la pata del palo de tamarindo que el tornado se llevó.
Cuando esta crónica escribo la calentura que abraza la pepa de mis ojos y calienta mi piel suavemente acariciada por la brisa que a esta hora viene del mar, seguramente huyendo de las tormentas que le han robado la tranquilidad al mar en La Guajira para ponerme de presente que una fiebre alta con dolencias pretende apoderarse de este cuerpecito sagrado que habrán de comerse los gusanos de Mongui.
Hoy embriagado de nostalgias y gratos recuerdos están presentes en mi pensamiento las larguísimas noches que mi vieja pasaba de pie junto a mi hamaca para vigilar permanentemente mi estado de salud, angustiada porque decía que no se podía subir tan alta mi temperatura porque estando muy niño por una fiebre descontrolada sufrí una convulsión, ella y la tía Negra pasaban esas noches atentas a mi evolución, y me daba rabia porque lo primero que la tía ordenaba era que me dieran “Una tomita de manzanilla con un puntico de sal” esa vaina me aterrorizaba, tenían que taparme la nariz y jondiarla directo al galillo sin derecho a apelación, desde luego no estaba en capacidad de entender que hacían lo que en aquellos tiempos se podía y se tenía a la mano para sanarme, no hay duda se angustiaban por mí, colocaban una sábana que humedecían con agua fría que sacaban de la vieja Nevera Servel que funcionaba con Querosín – la segunda que llegó a Mongui después de la de Uldarico Gutiérrez- amarraban esa sabana en forma de tienda de campaña, pero parecía más una carpa de circo pobre, era una estrategia ingeniosa y eficaz para refrescarme a como diera lugar, recuerdo que cuando ellas se descuidaban chichi mi hermano, levantaba la sabana y se burlaba de mí y salía corriendo.
Mi problema con los que ahora llaman rimbombantemente “Cuadros febriles” eran recurrentes pero curiosamente se repetían cada vez que en diciembre me traían a Riohacha y sentía la brisa del nordeste por las tardes, decía mi vieja que esa brisa me “hacia daño” regresaba al pueblo con la fiebre encima, pero contento porque me complacían comprándome todo lo que el nene de la casa pedía, todo era impactante para mí porque nada de eso veimos los muchachos de Mongui ni en Televisión porque no teníamos, siempre para mi tratamiento además de los inventos caseros que me recostaban mamá me suministraba cucharaditas del “Jarabe Ipectol” lo tomaba con agrado porque ella me informó que el pelaito que venía dibujado en la cajeta era yo, era un homenaje a mí, como también que éramos ella y yo la mujer con el niño cargado que venía en los tarros de Tody, pensaba en mi inocencia supina que no podía ser de otra manera porque a ella le había prometido que estudiaría para ser Rey, y la verdad para ella lo fui y ella sigue siendo la reina mía, en mi pueblo fui edecán de reinas y en mi casa sigo siendo el Rey.
En mis fiebres decembrinas era infaltable la “Sopita de piedra” era un caldito liviano con pastillas de Maggi, fideos, ajo y papas, y para ajustar me daban una “Nutrimalta” bebida también conocida como “Cerveza Negra” que venía en una botella de vidrio pescuezona negra y la bebían con frecuencia las mujeres que parían a sus muchachos, algo muy parecido a la Pony Malta de hoy en día, esa era la mejor parte del tratamiento, era ese tiempo cuando todos nacíamos en la casa y nos recibían las comadronas o parteras autodidactas sin ningún contratiempo, sin energía eléctrica alumbrados con lámparas de Querosín, veníamos al mundo el día indicado por Dios y no en la fecha fijada por un ginecólogo, salíamos del vientre de la madre derechito pa la hamaca rayá, no como ahora que salen todos derechitos pero para una cajeta de vidrio con un foco prendido, ese calor del foco nos lo regalaba la madre y si faltaba algo para eso nos sacaban todos los días un trato al sol hermoso de Mongui, todo cambió, ya el nacimiento perdió gracia y las navidades también, ahora todo es light nada sabe a pueblo, es como chupar la paleta sin quitarle el papel.
Es indudable que los usos y costumbres han cambiado, que la gente mala ha despojado las fiestas de navidad de muchos elementos de su magia, pero la brisa es inconfundible, es diferente, el sol viejo pero ahí sigue enchollao, parece consciente de su importancia y de la alegría navideña porque sale más temprano para irse bien tarde, y la luna se ve más grande y misteriosa acompañada siempre de ese lucero que como lazarillo guía nunca se separa de ella, también permanecen incólumes en su lugar las tres estrellitas titilantes una detrás de otra que salen cada noche sobre los montes de Songo de las cuales me decía Evaristo mi padre que eran los Tres Reyes Magos camino a Belén, en cada navidad le preguntaba lo mismo, me daba una explicación tan larga y argumentada que nunca dude que estaban frente a mis ojos, Melchor, Gaspar y Baltazar con la Mirra una sustancia con la cual los judíos ungían a sus difuntos por ser hombre mortal, el Incienso por ser Dios vivo y verdadero y el Oro por ser Rey de Reyes no hay duda mi padre era un sabio, sabia de todo, en esta navidad estará otra vez ausente de la casa pero impajaritablemente presente en nuestro corazón.
Como tener ilusiones es también un derecho constitucional fundamental, tengo la ilusión que la magia de la navidad limpiara los corazones de los residuos de tantas cosas malas, que saquemos de nuestro entorno todo lo que no vale la pena, que los hijos amen a su papa y a su mama, que les lleven a ellos a casa motivos para la alegría y no malos tratos e indiferencia, que la muerte deje en paz a nuestras familias porque ya no hay a donde llevar tantas lágrimas, que todos derramemos lagrimas pero de alegría durante el Festival de Mongui y durante las noches sagradas de las velitas a la Inmaculada, en Noche buena y durante las celebraciones de año nuevo y sobre todo Que Dios siga iluminando la inteligencia de las mujeres guajiras y se apiade de La Guajira.
Luis Eduardo Acosta Medina