BARRANCAS: LA SEMILLA DE LOS OCTUBRES ACIAGOS

Dasso Saldívar en su biografía sobre el Nobel colombiano Gabriel García Márquez, menciona que Barrancas (La Guajira) vivió “una inercia bucólica” hasta 1746 cuando el obispo Juan Nieto Polo le concedió el rango de Parroquia, contraviniendo la categoría de corregimiento que ostentaba. Este acto generó un pleito entre el obispo y el alcalde de Riohacha que llegó al Vaticano, donde se produjo una decisión favorable al vicario. El mismo municipio al cual, en 1881 llegó el novelista Jorge Isaacs junto a varios ingleses a estudiar los yacimientos carboníferos de El Cerrejón, una misión parcialmente cumplida, pues al final pereció como una desventura empresarial más del literato vallecaucano.

A finales del siglo XIX, Barrancas padecía de una “decadencia secular” y había perdido su condición de municipio, siendo por un tiempo corregimiento de Fonseca. A ese pueblo, paraíso de verdor y tranquilidad, llegaron Nicolás Márquez y Tranquilina Iguarán, los abuelos de Gabo, procedentes de Riohacha. Allí, Nicolás se convirtió en un denotado joyero junto a su ayudante de taller, el joven Eugenio Ríos, con quien fabricaba toda clase de piezas de oro y plata, entre ellas los pescaditos de oro.    

Después de participar por el bando liberal en la Guerra de los Mil Días, el ahora coronel Márquez y su familia fueron bendecidos en 1905 con el nacimiento de Luisa Santiaga, la madre del Nobel. Posteriormente, la apacible calma fue ensombrecida en 1908 por un episodio que determinaría el futuro de los Márquez Iguarán y su estirpe. Un rumor esparcido como humo de fogón por todo el pueblo molestó a Medarda Romero, una madre soltera de consideración y aprecio. Las palabras deformadas del coronel llegaron al oído de la señora, acusándola de “hacerle el favor a cierto fulano”, provocando un reclamo y la solicitud de desagravio de parte de Medardo Pacheco, el hijo de la ofendida. Él, herido en su honor insultó a victimario llamándolo “Parche negro del partido Liberal”, frase secundada por pasquines y agresiones verbales durante seis meses hasta provocar un desafío como respuesta.      

La cita con la desgracia tuvo lugar en un callejón del pueblo (localizado entre las actuales calles 11 y 12) el 19 de octubre de 1908, día de la octava de la Virgen del Pilar. El duelo se dirimió en favor del coronel, quien atinó en la humanidad de Medardo con dos certeros disparos. Luego de vencer a su oponente y tras la gritería de una vecina que lo acusaba de asesino, el coronel Márquez le respondió: “la bala del honor venció a la bala del poder” y se entregó al alcalde Tomás Peláez. En la audiencia, el autor del crimen confesó su delito con otra frase que posteriormente sería recogida por su nieto en Cien años de Soledad: “Yo maté a Medardo y si resucita lo vuelvo a matar”. La carga de ese muerto atormentó al coronel durante toda su vida, tal como le ocurriera a José Arcadio Buendía por la sombra de Prudencio Aguilar. Este suceso fue contado posteriormente por el abuelo a su nieto a manera de consejo temerario: “Tú no sabes lo que pesa un muerto”.

De ese particular encuentro con la muerte, los octubres se convirtieron en las obras de Gabo en tiempos aciagos, lluviosos y de malos augurios que persiguieron la saga de los coroneles. Desde el viejo personaje de El Coronel no tiene quien le escriba, quien siente que le nacen hongos y lirios venenosos en octubre, hasta la muerte del coronel Aureliano Buendía en una tarde de octubre al pie del castaño.

Barrancas y su octubre de 1908, los tizones avivados por el viento de las habladurías, y la pasividad de su gente ante la inminente tragedia, sin duda inspiraron pasajes de la novela Crónica de una muerte anunciada, pues tal como Medardo Pacheco, Santiago Nassar no pudo salvarse de la cruz del destino.

Finalmente, al detenido coronel, Barrancas lo transformó de victimario a víctima, tomando como propia su desgracia personal e incluso llegando a los terrenos de insólito, dado que fue custodiado en la puerta de la cárcel por un hermano del difundo para que otros familiares no vengaran su muerte. Nicolás Márquez fue trasladado a Santa Marta, donde recibió la ciudad por cárcel durante un año. Y seis meses después, Tranquilina, sus hijos y otros familiares, tal como en la novela cumbre de su nieto, emprendieron su viaje de “destierro” hacia horizontes macondianos, dejando a Barrancas en la soledad lluviosa y aciaga de sus octubres.

 

Arcesio Romero Pérez

Escritor afrocaribeño

Miembro de la organización de base NARP ASOMALAWI

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8 comentarios de “BARRANCAS: LA SEMILLA DE LOS OCTUBRES ACIAGOS

  1. ALVARO JAVIER Oviedo ADARME dice:

    Si que encontré una respuesta del linaje del premio nobel ,y una historia del desarrollo del progreso en el sur de la guajira

    • Aixa Aguirre Aguirre dice:

      Excelente artículo, bueno una vez más se escribe una novela basada en hechos reales, me encanta, esta cercanía con los sucesos de los pueblos, por esta misma razón me encanta el vallenato tradicional.

  2. Justo pastor garantiva bruges dice:

    Las historias desconocidas, cuando son reveladas, hacen revivir momentos inolvidables de los lugares o sitios donde sucedieron los hechos, narrados por el escritor de esta invaluable columna. Felicitaciones Dr Arcesio, por esa memoria histórica. Bendiciones.

  3. Aracelis Antonia Peláez villa dice:

    Excelente relato con esa magia que solo el escritor Arcesio Romero, impregna en sus escritos los cuales enamoran al lector SUPER

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